
665. Cabezas de poronga
Guido siempre había sido muy amiguero. Tenía su grupo con el que hacían casi todo juntos: las salidas, los partidos de fútbol o rugby, el club náutico. Incluso con algunos iba a la cancha a ver a River y con otros había estudiado en la universidad privada. Ese grupo se había formado en el colegio y después había tenido incorporaciones y...

664. Perrera
Cuando se murió mi mamá me quedé sola con esta casa enorme. Y todavía más que la casa, el jardín, donde está enterrada una pierna de mi viejo —mamá no se quería desprender de todo su cuerpo; el cementerio nunca le gustó—. La casa era demasiado vacía para mí. La música y la radio borran el silencio un rato, pero no dan vida. El gato que mamá había...

663. Cátedra internacional
Augusto era, por lejos, el peor alumno de la carrera de química de la historia de la facultad privada en la que se había anotado porque no reprobaban a estudiantes con la cuota al día. No le interesaba aprender. Su padre, ingeniero, le había exigido que estudiara algo y él, desganado, había elegido química porque, a veces, su padre le explicaba...

662. Ludópata
Después de haber probado incontable cantidad de terapias para tratar su adicción al juego sin que ninguna le resultara, Luciano había aceptado la propuesta de un amigo: probar con un psicólogo que se dedicaba a terapias nuevas, más cortas, de impacto inmediato. Eso sí, le avisó que era algo más cara que una terapia normal. Al principio, Luciano...

661. Sapo de otro pozo
Todos sabían que Álvaro Pomito, a pesar de tener un apellido un tanto idiota, era un tipo pesado. Empresario de la duda y lo turbio, siempre andaba en la noche en lugares exclusivos. Su sola presencia —la de los autos y los patovicas que lo acompañaban— se hacía notar. Quienes lo tenían a pasos notaban la calidad de su ropa fina y sus perfumes...

660. ¿Y dónde estoy parado ahora?
Desde que el abuelo empezó a perderse entre nuestra realidad y la que le mostraba el alzheimer, que cada día se ponía más fuerte y violenta, mi hermana y yo entendimos que aunque el cuerpo todavía tenía para seguir unos años, José, el que había sido nuestro abuelo, se iba a borronear de a poco hasta extinguirse dentro de su cabeza. Verónica, mi...

659. Alabado sea
—¡Alabado sea el Señor! ¡Aleluya, hermanos! —arengaba el presidente desde el escenario montado en la Avenida 9 de Julio en la presentación de su libro. El escenario era más ancho que el espacio cubierto por seguidores debajo de él y, de esa manera, delataba que la expectativa de asistentes había errado demasiado—. ¡Digamos amén! —¡Amén! —contestó...

658. Mentira la mentira
—¡Javier! —gritó Karina, sentada en el sillón Luis XIV del salón, con un tono que le avisaba que no lo convocaba para probar unas nuevas galletas o para darle un sobre con dólares a modo de premio, aunque tampoco era un grito que anunciaba un reto. Esperó unos minutos mirando su celular y, como no hubo respuesta, repitió—. ¡Javier! —¿Me llamaste?...

657. No bombardeen Buenos Aires
A Felipe Tomasini, que había accedido al cargo de diputado nacional por el solo hecho de haber compartido con el presidente unas horas por casualidad, le tocaba una de las decisiones más importantes de la historia. El gobierno había enviado el proyecto de ley que declaraba la guerra a la Unión Soviética —error de tipografía, dijeron desde la Casa...

656. Escafandra
El gobierno se había asegurado de que la convocatoria a una caravana electoral fuera lo más multitudinaria posible, a pesar de realizarse un martes a las cuatro de la tarde. Por las dudas, había una base de cincuenta personas contratadas, entre las cuales se infiltraban algunos policías custodios como civiles participantes de la actividad. Como...