113. Las perras del cielo

2 de abril de 2024 | Abril 2024

El presidente desayunaba un café con medialunas, la bata suelta, la televisión de fondo y el celular con su atención. Recorría tranquilo portales y tendencias del mundo, pero se detenía casi exclusivamente en las económicas. Después entró en un par de medios locales. Se había quedado con bronca por ciertas críticas contra su gobierno que le parecían injustas. Se envenenó un poco con sus títulos y tiró algunas puteadas por lo bajo.

—Buen día —saludó un asesor que entró al salón en medias, calzones y remera, con su café, tostadas con manteca y jugo de naranja en una bandeja.

—Por fin te levantaste, pensé que estabas muerto —contestó el presidente y le sonrió.

—Volví tarde anoche —se excusó el asesor, mientras se sentaba a la mesa.

—Sí, te oí.

—Tuve un sueño muy loco. Era como volver atrás en el tiempo, cuando solamente estábamos nosotros dos emp…

—Y mi hermana —interrumpió el presidente.

—Sí, también. Éramos nosotros solos contra el mundo, espalda con espalda, soñando con todo lo que podíamos hacer y ahora estamos en la cima con todo el poder en nuestras manos.

El presidente se había emocionado hasta aguarse los ojos con las palabras de su asesor.

—Sos tan parecido a él… a Ronald.

—Ay, por favor. Otra vez el perro muerto, no —el asesor se quejó, pero no sonaba en serio.

—Me mirás igual que Ronald, y yo entiendo bien por qué él usa tu cuerpo para comunicarse conmigo en las sesiones.

—A ver, ¿por qué?

—Por la pureza del sentimiento, por ser quienes somos —contestó el presidente, todavía algo emocionado—. Vos tenés la misma actitud y forma de ser que él. Si hubieras nacido después, diría que nos cruzamos nuevamente, pero como eso no pasó, él está esperando para volver, y mientras tanto… se transforma en vos.

—Bueno, está bien, mientras después me deje ser a mí el resto del tiempo para disfrutar la vida.

—Y creeme que él la disfruta con vos —sonrió el presidente, agarró la mano de su asesor y la besó—. ¿Vamos a jugar un rato con tus hijitos, Ronald?

—Si quieren que Ronald vaya a jugar, tienen que esperar un ratito a que termine de desayunar.

—Siempre hay que esperarte a vos, Ronald, eh —lo miró pícaro, suspiró de felicidad y volvió a mirar el celular.

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