Cuando terminamos el partido, nos fuimos al bar, donde estaban nuestros papás. Facu y yo llegamos corriendo, él traía la pelota, y se le escapó justo en el último metro y le pegó a la silla de mi papá, que no nos había visto porque estaba de espaldas y se asustó. Estaban tomando cerveza y había una porción gigante de papas rejilla en la mesa. Yo pedí una coca con hielo y Facu se pidió un jugo de naranja.
Cuando me la terminé y las papas que quedaban ya estaban frías, que no me gustan así, le pedí a papá que nos fuéramos a casa.
—¿Qué hora es? —me preguntó, pero se fijó él en su celular—. Cinco y media. No, Ren, todavía no. A las seis y pico salimos, que tenemos que pasar a buscar a mamá por lo de tu tía.
—Pero ¿a qué hora vamos a llegar a casa?
—No sé, tipo siete ponele.
—Ufa, no, Snowty va a hacer un stream ahora a las seis —me quejé.
—Pedile a Snowty que lo retrase —Ariel se burló de mí.
—¿Lo mirás a Snowty? —me preguntó Facu.
—Sí, es un groso. Todos mis amigos y yo lo miramos. Es de Huracán, ¿viste?
—No sabía —contestó.
Escuché que papá se reía con Ariel. Ellos habían seguido la conversación y creo que, por mi queja, Ariel dijo algo sobre mi mamá enojada, pero no llegué a entenderlo. Por las dudas y porque Facu también lo hacía, me quedé escuchando lo que hablaban los grandes. Era de política. Facu es dos años y medio más grande que yo, y como que le importan cosas de adultos.
—El otro día me crucé a Emilio y me dice que estuvo yendo a unas obras por ahí por las villas, no me acuerdo bien dónde, y dijo que los negros tenían todos zapatillas y celulares último modelo, viste, y que andaban todos en pedo, boludeando. Esto un martes a las cuatro de la tarde, eh. Pero ese es el tema: la mentalidad de negro cabeza, de no tener ni pañales para tu hijo y gastarte cien lucas en un celular. ¡Una locura! —dijo Ariel y levantó los hombros hasta la cabeza.
—No, claro —contestó papá—, si acá la cultura del trabajo se perdió. Bah, la mataron los peronistas con esto de los planes. El otro día me contaba un amigo que tiene unas hectáreas allá por San Pedro, que le mandaron unos negros para que trabajaran ahí y cuando les dijo lo que les iba a pagar, se le cagaron de risa. Escuchá: se le cagaron de risa y le dijeron que les convenía el plan que les daba más y no tenían que levantar el orto de la silla.
—¿Tanto pagan de planes? —preguntó Facu.
—Es que no importa cuánto les dan —contestó Ariel—, con que les regalen para comprarse la cerveza y la gaseosa, estos negros ya prefieren no hacer nada. ¿Viste lo que te decía de que a lo mejor les cae del cielo una casa y se hacen el asado con el parqué? Bueno, es eso.
—¿Qué es el parqué? —pregunté yo.
—El piso de madera como el de mi oficina —contestó papá—. Que no es para hacer asado, imaginate Renzo…
—Cuando sea grande quiero un plan, así no hago nada —dijo Facu y su papá lo miró con ganas de matarlo.
—A ver cómo te vas al Caribe con los planes sociales, dale —le dijo Ariel.
—Igual ahora los están recortando, ¿viste? —siguió papá—. Te vas a tener que apurar a conseguir uno. Ahora que ya no hay plata, vamos a ver cómo hacen los negros estos.
—Papi, prestame el celu, que lo quiero ver a Snowty —le dije.
—Tomá, no te mandes ninguna cagada, que si después hay que arreglarlo te lo descuento de tu mensualidad.
Y me pude poner a ver a Snowty que me hace reír mucho cuando se enoja y empieza a putear a los que le comentan cosas.
