La mañana estaba molesta, pesada. Hacía calor, y eso que a esa altura del año no suele ser así… Pero hacía, igual. Y con la humedad se volvía densa. Al menos para mí, que no tengo aire acondicionado en la oficina, y tengo que ir bien vestido siempre. No sea cosa que no nos acepte un acuerdo el FMI porque yo haya ido de chomba… Para mí es más que nada porque el ministro quiere ver que compartimos el sufrimiento con él. O a lo mejor a le gusta, qué sé yo. Pero con aire acondicionado cualquiera se viste así. Yo soy de chivar mucho y no queda bien después de un rato. Y, si me pongo nervioso, chivo peor. Imaginate lo que fue ese día…
Llegué temprano, más que en general, y me compré un café con medialunas. No me gusta que me hablen cuando desayuno, y a esa hora no había nadie, así que aproveché. Después empezó a llegar el resto de la gente. En eso llega el ministro, lo saludo, y me dice que después vaya a su oficina para charlar de un par de cuestiones. Siempre son temas de agenda, alguna pavada más, y un poco de números y política. A veces le parece que lo que digo son giladas, pero cada tanto veo que en las entrevistas declara lo que yo le digo más temprano.
A eso de las diez fui para su oficina. Ya venía un poco transpirado, pero me había puesto mucho desodorante, como para zafar. El ministro tiene muy buen olfato. Mejor que el mío, al menos. A veces pone cara de asco y me pregunta si me bañé en desodorante o qué. Esa vez, igual, no me dijo nada, así que me di por aprobado. Qué gloriosa esa reunión. El tipo había puesto el aire al taco. Debía ser el lugar más frío de la Argentina. Me habló sobre algún debate interno suyo, de una inversión, no me acuerdo. Y después tuvimos la charla de rutina. Yo, feliz, sentado justo donde tiraba el aire. En eso vino Gasquet por un tema de tasas y después el ministro llamó a Raimondi para charlar sobre la rosca del Congreso y cómo se venían juntando los votos.
Estábamos los cuatro ahí cuando de golpe se escuchó un murmullo extraño al otro lado de la puerta, un grito y, más rápido que nunca, la puerta se abrió dejando entrar a diez hombres con armas. Innecesario tanto escándalo. Lo lógico es que el despacho del ministro no tenga un arsenal, y esta no era la excepción. A cada uno de nosotros se acercó un hombre y nos apuntó. Empecé a sentir cómo el aire acondicionado empezaba a fugarse por la puerta. Con una metralleta o no sé qué sería eso a centímetros de mi cuerpo me puse demasiado nervioso, hiperventilé y arranqué a transpirar fuerte.
—Nos vamos a quedar tranquilos, ¿sí? —dijo después de presentarse uno que aparentaba ser líder de los delincuentes—. Y ahora, en un rato, cuando sepamos que está todo bien, vamos a bajar al Tesoro, ¿sí? —hablaba con una pistola en la mano que movía al ritmo de sus palabras de tranquilidad—. Ahí, lo que vamos a hacer es una transferencia importante, ¿sí? Y el ministro atiende una llamada, charla un ratito de algunas cosas, y nos vamos dejando todo ordenadito, ¿sí?
Nadie se movió, pero yo asentí… Más por obediencia que otra cosa, yo si alguien que me apunta con un arma me dice algo, le digo que sí. Después nos acomodaron en un rincón, curiosamente, cerca de una ventana. El ministro miraba para la vereda de enfrente, al Edificio Libertador, del Ejército, a ver si venía alguien. Y el jefe de los ladrones le dice:
—No te preocupes que no va a venir nadie a ayudarte, eh. Nosotros venimos de ahí… —y le sonrió forzado—. Disculpá, viste, es que es más fácil laburar para los narcos que para el Estado.
—¿Y la policía? —preguntó el ministro.
El otro solamente se rio. Después salió a hablar por teléfono y nos llevaron a todos al Tesoro. Ahí sí. Por Dios, qué calor hacía afuera de la oficina. Nunca había transpirado tanto en ese edificio. No sé si por la humedad, los nervios o las dos cosas, pero creo que en el trayecto dejé a mi paso el surco de sudor que salía de cada poro de mi cuerpo. El ministro pudo hacer la transferencia bastante rápido, pero se demoró en la llamada y habremos estado casi dos horas ahí, subí empapado. Por suerte después pasamos el resto de la jornada en su oficina con al aire acondicionado, compartiendo los puntos de vista y las sensaciones de casi todo el piso en semejante experiencia.

