Al duque de Sorrento le había parecido una idea maravillosa la propuesta de su consejero, Carlo Ferri, de provocar en el limítrofe ducado de Amalfi, recientemente conquistado por los lombardos, la rebelión contra el pago de impuestos. La tarea era ardua y debía realizarse bajo la mayor de las cautelas: el poder lombardo era superior en riqueza, territorio y armas, y sería cuestión de tiempo definir si la anexión del territorio sorrentino se diera por la fuerza o con una negociación y sumisión acordada.
La idea de Ferri consistía en, a partir de distintos comerciantes que podían oficiar de agentes encubiertos, dispersar la idea de no cumplir con los tributos en rechazo al Principado de Capua, recientemente gobernante del ducado de Amalfi.
En aquel entonces, durante la Baja Edad Media, la pena por el incumplimiento del pago de tributo se pagaba con el cuerpo, por lo cual no resultaba sencillo convencer a los pobladores del ducado vecino.
Como argumento para convencer, se recurrió a la ilegitimidad del cobro de impuestos por parte del Estado como fundamento central. Actualmente existe una teoría, errónea sin lugar a dudas, que sostiene que ahí estuvo el origen de la postura de la burguesía contra el absolutismo, con siete siglos de por medio entre un acontecimiento y el otro.
Sin embargo, seguramente por rechazo a la conquista lombarda, la idea cobró la suficiente relevancia en Amalfi como para desperdigarse tanto que en el pequeño territorio amalfitano todos los habitantes conocían la estrategia. A pesar de la organización, la respuesta del Principado de Capua llegó, aunque unos meses más tarde, a imponer por la fuerza el cobro esperado por sus líderes.
Por su parte, el duque de Sorrento logró advertir que la magistral idea de Carlo Feri había sido tan aceptada que también su propia población rechazaba el pago de los impuestos que le daban vida. Solía decirse en las callejuelas de Sorrento que le había salido “la saeta por la cureña”. Fue entonces cuando, anoticiados de semejante descalabro impositivo, el Principado de Capua impulsó algunos movimientos militares para anexar el territorio sorrentino.
Débil y sin capacidad económica, el Ducado de Sorrento no alcanzó a armarse para enfrentar la invasión lombarda y, aunque pidió ayuda al Imperio Bizantino, del cual dependía políticamente, la respuesta no llegó a tiempo. De cualquier manera, la misma era negativa, dado que desde Constantinopla no enviaron más que un mensajero a informar que la cabeza imperial se encargaba en aquel entonces de atender disputas territoriales hacia el este.
