84. Huele a estupidez adolescente

6 de marzo de 2024 | Marzo 2024

Genaro era el terror hecho persona en el colegio. Su velocidad para la respuesta ingeniosa, su arrogancia, su fuerza física y su pasión por el quilombo, mezclados con las dificultades que tenía para construir vínculos de compañerismo y afecto, le habían conseguido una fama destructiva que, al mismo tiempo que provocaba rechazo hacia sus docentes, preceptores y autoridades, por el contrario, conseguía popularidad entre los varones y un grupo de seguidores fieles que se anotaban en cualquiera de sus fechorías.

Sus hazañas iban desde robarle un pebete de jamón y queso a los nerds hasta reventar un inodoro (hecho por el cual nunca se probó que tuviera la autoría), pasando por varias peleas con otros chicos. Esas actitudes, sin embargo, cesaban cuando se acercaban las fechas de exámenes de diciembre y marzo, en las que a Genaro no le quedaban más opciones que pedir ayuda a quienes sí estudiaban y, según el hecho del que hubieran sido sus víctimas (porque todos lo eran en algún momento), accedían o no a ayudarlo. De alguna forma, Genaro no repetía de año, y se corría la bola de que las autoridades pedían que pasara de año para no estirar la tortura.

Un día, mientras Genaro reinaba el colegio desde el 4° B de turno mañana, la reacción contra su régimen se alzó desde el 4° A, de la mano de Álvaro Zanoni, cuando Genaro robó su gaseosa. Álvaro también era fuerte, pero era más inteligente y no acostumbraba a pelearse por cualquier pavada ni a resolver las cuestiones a las piñas. No obstante, ese día de mal humor se atrevió a desafiarlo y lo invitó a un mano a mano en el recreo de media mañana.  La bola se corrió tanto que antes de que salieran sus cursos al patio, el resto del colegio ya había formado la ronda.

La pelea fue bastante pareja. Por momentos Álvaro recibió un par de golpes que le dejaron sangrando la nariz y, unos instantes después, Genaro en el suelo trataba de cubrirse de la lluvia de piñas de su rival que, por conservar algún código, se levantó antes de seguir la pelea sintiéndose ganador y le dio la espalda a Genaro para dirigirse al público. Llegó a ver la cara de asombro de algunos y un par de dedos apuntando hacia sus espaldas cuando sintió el pie de Genaro enterrarse en su espalda y caer de bruces al piso. Genaro le dio unas patadas en las costillas antes de que llegara un preceptor y lo detuviera.

Al momento de firmar las amonestaciones, Álvaro se sentía un tanto avergonzado por sus acciones y firmó sin emitir sonido. En cambio, Genaro, en su bronca adolescente, no paraba de quejarse de que Álvaro había empezado y agregó a la firma la frase “VIVA 4° B CARAJO”.

Al salir de rectoría, su séquito de aduladores, que habían visto todo desde las ventanas de la oficina del rector, festejaba y lo vivaba con un fenomenal bullicio.

 —¡Ídolo! ¡Lo rompiste todo! —gritó uno.

—¡Absolutamente demoledor! —agregó otro.

Al mismo tiempo que Genaro recibía aplausos con los brazos en alto y Álvaro salía por otro costado sin chistar, los bobalicones del 4° B empezaron a gritarle “Zanoni tiene miedo, Zanoni tiene miedo”. Álvaro frenó, los miró, se mordió el labio mientras negaba con la cabeza, y siguió su camino.

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