83. Expectativa de campeón

6 de marzo de 2024 | Marzo 2024

Gustavo no hacía deporte y habían pasado, al menos, ocho años desde la última vez que había pisado un gimnasio. A sus cuarenta y ocho años, el cuerpo le pasaba factura como si anunciara que la vida terminaba, y lo que empezaba después era otra cosa, donde el cuerpo resultaba más una carga que un medio.

Al mismo tiempo sentía que lo que veía en el espejo no le satisfacía o ni siquiera zafaba como años atrás. El reflejo exhibía a un viejo flácido, panzón, canoso donde aún tenía pelo. Y haberse separado de Romina, su pareja, lo exponía a un lugar incómodo: cada pliegue de la piel, cada pelo faltante, cada “crac” de las rodillas le hacía notar que la juventud se había acabado. Pero las mujeres que le gustaban sí eran más jóvenes, y se veían mucho mejor que él.

Decidió, entonces, volver al gimnasio. Se motivó con videos de influencers que mostraban su antes y después de la actividad física sostenida en el tiempo, sumada a dietas que él no pensaba sostener mucho tiempo debido al amor mutuo que existía entre él y su paladar.

—¿Vos sos la profe de la tarde? ¿Sol? —le preguntó Gustavo a una mujer a la que había visto dando instrucciones.

—Sí, ¿cómo estás? ¿Te ayudo con algo? ¿Empezaste ahora, no? —preguntó solamente por no conocerlo, pero Gustavo entendió que era evidente debido su estado físico.

—Claro, sí —se rio Gustavo buscando una complicidad gordofóbica inexistente.

—Bueno, dale. ¿Hiciste gimnasio antes? ¿Hacés algún deporte particular donde te exija músculos determinados?

—No, ninguna de las dos. Lo que ando buscando es… volver… a ser joven y atractivo —Gustavo hizo una mueca como si posara para una foto—. Algo integral, digamos. Me gustaría en dos o tres meses tener los abdominales y pectorales marcados, las piernas duras, qué sé yo… como la gente que viene al gimnasio.

—Eh… bueno, sí —contestó Sol con poca convicción—. Te diría que, por ahí, no esperes que sea todo tan rápido. ¿Vas a entrenar cinco días a la semana, cuatro? ¿Cómo lo pensaste?

—No, no. Una, capaz que dos veces por semana —entrecerró los ojos.

—Claro, entiendo. Mirá, eh… —lo señaló con la mano abierta.

—Gustavo.

—Gustavo. Lo que pasa es que yo no te puedo decir que en dos meses viniendo una vez por semana vas a ser fisicoculturista porque no sería real. Te estaría mintiendo en la cara, básicamente. Si te parece, empezá y vamos viendo.

—Ah… no. Entonces no me sirve. Yo necesito que sea ahora, porque… nada, temas de mi ex pareja que… —no se animó a decir que quería darle envidia o ganas de mostrarle el macho que se perdía—. Nada, eh… voy a ver entonces, capaz que no arranco.

—Perfecto, Gustavo, como te parezca mejor. Acá estamos para ayudarte si querés —y le hizo una sonrisa forzada para no decirle que era un ridículo.

Compartí este pasquín

¿Querés recibir un correo electrónico con los pasquines que se publican en el blog?

Suscribite completando tu nombre y correo electrónico.

Loading

Importante: Te va a llegar un email que tenés que abrir para confirmar tu correo.