67.1 Menos fiesta popular

18 de febrero de 2024 | Febrero 2024

El palacio estaba adornado con oro y lapislázuli, con figuras desnudas que inmortalizaban en piedra las imágenes de algún escultor según su valoración estética, con tapices que podían pesar lo mismo que el carruaje real, con estandartes, bustos y fuentes. Y, alrededor, jardines, flores, ligustrinas y animales entre fuentes y piletones. Más allá, lugares casi sin candelabros, asientos de madera rústica, mal terminada, hasta acosadora. Camas duras y comidas aún más duras. Letrinas compartidas y mal olor.

El rey se cansaba de jugar todos los días, de discutir con sus allegados la política, la vida, el futuro, entre banquetes y borracheras. Lujuria, también. Y violencia, dosificada, como para no enviciarse. Un poco de práctica de caza, lucha, manejo de armas, pero nada muy esforzado.

Como no había guerra, su majestad podía dedicar sus días y noches a los placeres, a la rosca política y a desarrollar el reino a su gusto. Y entre sus intenciones se encontraba la de producir avances en el campo de la ciencia, la química específicamente, la cual había conocido gracias a un brujo venido de tierras lejanas. La idea le había surgido durante un banquete en el cual, a pesar de haber unos cien invitados, se había calculado comida y bebida como para unos doscientos o más, y este brujo había logrado quemar al bufón sin la necesidad de utilizar el fuego.

Al día siguiente, el rey mandó a llamar al brujo, pero ya había partido con sus encantamientos. Entonces mandó guardias a buscar a ese mismo o a cualquier otro, en el reino o fuera de él, mientras se dedicaba a revisar los números de su economía.

Encontró un problema: no había tanto capital como él creía. La última sequía había limitado mucho las cosechas y la recaudación de impuestos prácticamente era nula. Entre tanto deseo del rey por impulsar sus intereses, sin abstenerse de servir ni una uva, ni un cerdo, ni una copa de vino en sus banquetes, ni de mantener a sus artistas y ejércitos, su majestad decidió por fin suspender el carnaval. Ameritaba, a su modo de ver, la disputa con la Iglesia y con el pueblo. Todo era mejor que quedarse sin su arte ni sus fiestas si, al fin y al cabo, el carnaval le resultaba ajeno.

Compartí este pasquín

¿Querés recibir un correo electrónico con los pasquines que se publican en el blog?

Suscribite completando tu nombre y correo electrónico.

Loading

Importante: Te va a llegar un email que tenés que abrir para confirmar tu correo.