689. Guepardo

30 de octubre de 2025 | Octubre 2025

La humedad del bodegón del Tolo en San Cristóbal no tenía que ver con que ese día llovía. Era un fenómeno propio del lugar, que apenas parecía intensificarse los días nublados, en que la luz era prácticamente nula y reconocer los rasgos de la persona sentada al otro lado de la mesa era casi imposible.

Los clientes, además de pocos, eran los mismos de siempre. Ya sabían cómo era el lugar y no se quejaban. En cambio, lo tomaban como una marca identitaria del bodegón.

—Tolo, querido —saludó Vicente después de sentarse en la barra, donde apoyó su celular—. ¿Cómo andás?

—¿Qué onda, amigo?

—Lamentando la derrota, todavía.

—Pero ya está, hermano, un clásico más, uno menos. Si ya sabés que los tienen de hijos —se burló el Tolo.

—De las elecciones, boludo —corrigió Vicente—. No puedo creer que el comunismo vuelva a ganar por afano.

—Peor estamos nosotros que acá Tincho no puede hacer la salsa de tomate porque no encuentra el abrelatas.

—Y andá a comprar otro —Vicente abrió los brazos en el aire y se encogió de hombros.

—No tengo un mango, boludo. Si acá, hace rato no viene nadie. Nos discriminan por ser la resistencia capitalista —se excusó el Tolo.

—¿Le pediste al Patilla? —preguntó Vicente y señaló por encima del hombro a un hombre sentado en una mesa al costado, contra una columna, con su cara iluminada por la pantalla del celular.

El Tolo negó con la cabeza.

—Pato —lo llamó Vicente—. ¡Ey, Patilla! —gritó y chifló.

El hombre de la mesa se levantó y se acercó hasta la barra. Caminaba lento, un poco rengo, con dolor.

—¿Pasa algo? —preguntó. Tenía varias camperas puestas y el pelo arremolinado.

—¿Me abrís unas latas de tomate? —preguntó Vicente y el Tolo se apuró a apoyar dos latas grandes en la barra.

El hombre agarró la primera, la calzó del brazo al costado del cuerpo, con la tapa algo inclinada; en un movimiento rápido la pinchó con la uña del dedo gordo de la mano derecha y empezó, con una maniobra repetida, a abrir la lata. Lo mismo hizo con la otra.

—¿Algo más? —preguntó.

—Gracias, maestro —sonrió el Tolo. El hombre se alejó.

—Pensar que este tipo fue presidente —dijo Vicente como en secreto—. Y tuvo la chance de evitar que lleguemos a esto. Un pelotudo… A todo esto, ¿estás seguro que la humedad no sale de él?

—A veces pienso que capaz no viene nadie porque está él… Dejó como… Parece medio un sauna, ¿no? —preguntó el Tolo agitando el aire con una mano.

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