680. Karau

21 de octubre de 2025 | Octubre 2025

Un poco lloré cuando apreté el botón. Era la primera vez que se cerraba la represa. Fue como el debut, ¿no?  Cuando nos habían terminado de comprar y ya nos habían pasado al país de ellos. Yo estaba a favor, venía bien porque dieron trabajo. Yo empecé en la represa desde la construcción porque quedaba cerca de casa.

Ellos me contratan ahí El Sombrero, en Corrientes. La iban a hacer en Empedrado la represa, pero la gente de ahí no quiso y bueno, resolvieron más fácil acá. Acá nomás. Y yo, como estaba cerca, ya les ahorraba plata. Fuimos unos cuantos de la zona.

El Sr. Anderson, cuando la terminamos, me dijo de quedarme a trabajar. Me pareció bien, porque yo había empezado a trabajar en la gomería, pero ahí cobraba poco y nada.

Así que yo recién caí cuando dijeron que era la primera vez que se iba a cortar el Paraná. Un operativo inmenso. Inmenso. Todo gente de ellos, americanos, digamos. Como nosotros, pero no como nosotros.

Y apreté el botón de cerrar el río y pensé “ya no voy a festejar los goles de Messi”, viste. O ganar un mundial, no va a ser lo mismo.

—¿Qué llorás, puto? —me preguntó el Horacio.

—No, Horacio que… —le digo—. Ya no vamos a ser de lo mismo.

—Pero por favor, hermano. Cobrás en dólares ahora. En dólares —agitó unos billetes de un dólar adelante mío—. ¿Qué te importan estos culeados si te tenían re dejado?

—Tenés razón, Horacio, pero también pienso que… —y me acuerdo que pensé si decir o no, y esnifé los mocos para adentro—. No sé si está bien que les saquemos el agua del río.

—Pero si son dos días, nomás. Que se cargan rápido el agua y ya se van —contestó él, como rezongón—. ¿Viste el avión ese para llevar agua? Enorme, así. Enorme.

—Yo me pregunto… Si querían parte de la Argentina, ¿por qué no se compraron Buenos Aires? Que, seamos honestos, Horacio… Tiene más plata, es más lindo. Yo no conozco, pero me contaron. Y en internet se ve…

—Y porque somos más baratos, chango. Imaginate que nos compraron por cincuenta mil millones solo Corrientes. Otro tanto para Chaco. Lo que debe salir Buenos Aires. Mil de mil millones. Es mucha plata.

—Tenés razón, Horacio. Pasa que yo… Creo que quería ser argentino, nomás.

—Dios mío, hermano, si es mejor para tus hijos esto —aseguró Horacio—. ¿Qué? ¿Qué te pasa que mirás al piso?

—No tengo hijos.

—Los que vayas a tener, pendejo.

—¿Para qué se llevarán el agua esta? —le pregunté a Horacio mientras señalaba el agua que se veía como inundaba todo alrededor de la represa y agarraba campo para todos lados.

—Para apagar incendios, dicen. Allá en California. Una cosa así.

—Ah, ¿sí?

—Andá saber.

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