Tuve la suerte de tocar el cielo con las manos. La suerte de ser elegido por el Señor mismo, estoy seguro, para estar en el lugar y el momento indicados y presenciar… No. Ser protagonista de ese momento épico que… Fui como el Gonzalo Valenzuela de la noche. A ningún otro culiao en el mundo le tocó ser. Me tocó a mí solito.
Yo fui al festival con mis amigos, el Lauti y el Guido. Compramos la entrada, todo, a pesar de que los tres somos del partido. Pasa que no alcanzaron las entradas gratis para nosotros.
Ni bien llegamos, nos fuimos a escuchar lo último del Gordo que fue muy divertido. Todavía me rio cuando me acuerdo del chiste de en qué se diferencian un travesti con un kuka.
Cuando terminó, en vez de escuchar a Márquez, preferimos salir a tomar un fernet ahí bien piola y nos fumamos unos puchos que ahí afuera se podía. Adentro no te dejaban.
Aparecen unas pendejas… Tremendas todas. Estaban todas buenas y encima eran tres, como nosotros. Yo le digo a los pibes: “che arranquemos ahí”. Y entramos a chamuyar a lo loco, de una, el Lauti siempre tiene una frase de arranque.
Así conocí a Fátima. La mejor de las tres, lejos: rubia, ojos verdes. Unos globos, un culo. Bueno, está bien, culo no tenía. Pero unos globos… Y quedamos hablando ella y yo.
—¿Vos a qué área le sacarías el presupuesto? —le pregunté yo.
—A la educación. No dejo un peso. De una.
—Sí, ¿no? —le dije yo y me prendí un pucho ahí, mientras me reía. Después, me acomodé el pelo entre el humo, y le entrecerré los ojos, que me gusta cómo me queda.
—Sí, re. Yo ya estudié. Y encima fui a privado —dijo ella, que había terminado el colegio dos años antes, uno menos que yo.
—Se nota. Qué culiá —le digo yo—. Yo le sacaría a salud. Es un ministerio que no tiene que existir en ningún lado. Eso del hospital de niño… —le estaba por decir cuando vemos que se acercan unos tipos de negro y, en el medio, el presidente, que se paró así entre nosotros.
—¿Qué pasa acá? —preguntó—. Están, o sea, digamos, ¿chamuyando?
—¡Presidente! No lo puedo creer —me alegré y medio que lo abracé—. Sí, se podría decir que estamos en sesión de chamuyo.
—¿Cuánto querés por besarlo? —le preguntó el presidente a Fátima.
—Doscienas lucas —contestó ella, así, de una.
Apareció un tipo, ahí al costado, con una caja que tenía escrito “PRESIDENCIA”, así gigante. Y sacó dos fajos de billetes y le dio a Fátima.
—Hoy invito yo —dijo el presidente y siguió de largo.
—Y yo también invito, que pago el IVA —dije así en chiste, quedé todo campeón, y la empecé a besar a Fátima, que me alejó un toque para guardarse los billetes y después volvimos a chapar.
Estuve casi cinco minutos más ahí, chapándola, y después, justo mis amigos me llamaron para ir a ver a Laje. Me separé un segundo de Fátima para decirles que yo después iba y, cuando me di vuelta, no estaba más.
Todavía la estoy buscando en Instagram y por ahí, pero no la encuentro. Si alguien sabe algo, que me avise.
