623. Financistas

22 de agosto de 2025 | Agosto 2025

Luciano se había armado un grupo de amigos del gimnasio. Así le daban más ganas de a ir las tres y, de vez en cuando, hasta cuatro veces por semana, para internarse cada día ahí adentro durante dos horas y media, gastadas en una rutina que, sin charlas de por medio, podía hacer en algo más de una hora. Al cabo de un mes, ya conocía a casi todos los que compartían su horario.

Entre sus amigos estaba Rogelio, un tipo de unos cuarenta años que se andaba por el gimnasio en cuero y dejaba todas las máquinas bañadas en su sudor, pero al que nadie le decía nada porque sus bíceps eran del tamaño de una cabeza humana, y sus piernas, tan gruesas como troncos.

Un jueves a la tarde, se cruzaron en el gimnasio. Rogelio le había dicho a Luciano que estaba caliente, que quería irse ese día con Lucía, una piba que tenía, fácil, diez años menos que él.

Rogelio la persiguió durante media hora corrigiéndole los movimientos y la ejecución de los ejercicios. Cuando le preguntó a Lucía si quería ir a tomar algo, ella contestó que no. Rogelio insistió. Ella también.

—¿Y, boludo? No te dio bola la pendeja. Te vas a tener que hacer la paja —se burló Luciano, después, en el vestuario.

—Si fuera cualquier otra mina tengo cincuenta argumentos distintos para convencerla, y todos buenos. Pero con la nena, no. Con la nena… es otra cosa —lamentó Rogelio.

—Y, es que… debe tener novio.

—¿Y vos qué sabés? —preguntó Rogelio.

—Escuchame, para lo buena que está —Luciano hizo montoncito con una mano mientras se secaba el cuerpo desnudo con la otra.

—Te gusta, pelotudo, eh. Te vi cómo la mirabas. Estoy seguro que creés que es Santa Juana, ¿no? —dijo Rogelio, que había ido a acompañar a Luciano— ¿No viste cómo mueve el culo? No hay santos. Lo que hay son tarifas diferentes… —dejó pasar unos segundos y retomó— ¿Te gustan los tipos a vos? Quiero decir, ¿cogerías con un tipo?

—No —contestó Luciano.

—Bueno, ¿no cogerías con un tipo si te ofreciera diez mil dólares? —sugirió Rogelio y apoyó un pilón de servilletas en un banco de metal.

—Bueno, ahí ya…

—Diez mil. Buena guita.

—La verdad que… —asintió Luciano.

—¿Y si te diera veinte mil? Guita de verdad, todo para vos —Rogelio duplicó las servilletas en el banco.

—Re contra —aceptó Luciano.

—Cincuenta mil dólares —ofreció Rogelio y tiró más servilletas.

—Ahí ya hago de todo, olvidate —Luciano, que podía meterse de nuevo a la ducha con Rogelio si él se lo pedía a cambio del pilón de servilletas, se rio nervioso.

—Quinientos mil.

—Te vendo hasta a mi vieja —confesó Luciano—. Linda, eh. Todavía se mantiene.

—¿Te das cuenta? Putos no faltan, lo que faltan son financistas —cerró Rogelio en el oído de Luciano y le dio el pilón de servilletas entero. Después, salió del vestuario.

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