611. Te olvidás

10 de agosto de 2025 | Agosto 2025

Para cuando Mateo llegó al asado en la casa de Franco, la picada previa ya se había terminado. El último queso camembert se lo había comido el gato Bato y al jamón crudo lo había devorado el perro Berro. Justo cuando él se asomó al jardín, a eso de las dos y media, con el vino en mano, Franco estaba por sacar las achuras y la carne, todo junto.

Juan Cruz ya estaba un poco en pedo. Se le notó cuando se levantó para darle un abrazo a Mateo, volcando delante suyo parte del vino de su copa. Ya había dos botellas vacías sobre la mesa.

—¿Qué pasó, puto? —saludó Juan Cruz—. Aguantamos la picada todo lo que pudimos, pero acá Bato y Berro insistieron tanto que se lo ganaron. “El burro no coge por lindo…”.

—Y, mi viejo, boludo… —empezó a excusarse Mateo—. Otra vez, peleándome, que me dice “te vas a comer afuera y acá no ponés un mango”… Me tiene los huevos al plato.

—Amigo, ¿siempre lo mismo? —contestó Franco, agitando en la mano el cuchillo que usaba para trozar la carne, la morcilla y el chorizo—. ¿Cuándo lo vas a domar?

—No, Fran. A mí no me cabe mucho esa, ya sabés.

—Boludo, no seas dramático. Es una vez. Le ponés una piña, lo sentás de culo y se queda pillo. Mirá ahí a mi viejo —y señaló una ventana en el piso de arriba. Detrás del vidrio se veía a un señor de setenta y tantos años mirando hacia el jardín—. Esa era mi pieza antes. Ahora yo tengo la grande.

—¿Cómo estás, Aníbal? —saludó Mateo. El viejo de la ventana levantó una mano.

—Ya se acostumbró, ahora no jode más —sentenció Franco—. Va, labura, vuelve, y me da la plata. De la pieza al trabajo y del trabajo a la pieza.

—Uh, amigo, qué linda carne sacaste, papá —festejó Juan Cruz—. ¿Me puedo agarrar un poco ahora para mis perrhijos? —preguntó mientras asomaba un tupper.

—Más vale, amigo —aceptó Franco.

—Pasa que me da pena, ¿viste? —retomó Mateo—. Ellos me dieron todo, yo pensaba que a los cuarenta y cinco iba a tener un lugar donde vivir y… No sé, encima con mis hijos ya somos siete en la casa.

—Mati, dejá de llorar —ordenó Juan Cruz—. Tenés que hacer espacio ahí. Hacé como hice yo, sacalo a la mierda al viejo y listo. Te quedás vos tranquilo y listo.

—Lo tuyo fue demasiado —contestó Mateo.

—¿Demasiado? Demasiado que si pasa le saco un plato de comida, boludo —Juan Cruz hizo montoncito con la mano derecha—. A mi vieja la dejé porque limpia mejor, que la boluda de Juli limpia como el orto.

—¿Qué vas a hacer cuando se muera Blanca? —se rio Franco—. ¿Quién te va a limpiar el culo?

—Me muero, boludo. Va a ser un chiquero —bromeó Juan Cruz—. Pero, volviendo al tema. Yo sé que parece de forro y todo, pero es una vez y listo. Como castrar a un perro. Te da culpa un ratito. Después, te olvidás.

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