587. Se queda

24 de julio de 2025 | Julio 2025

Eliana había organizado una fiesta por su cumpleaños en su departamento de tres ambientes sin balcón con ventanas que daban a otras ventanas o paredes vecinas. Alquiló una lámpara que cambiaba de colores y tenía distintos juegos de iluminación. Compró sanguchitos de miga y puso algunos recipientes con papas fritas y chizitos, aunque había más ceniceros que comida. No hacía falta máquina de humo: alcanzaba con sus invitados.

Para la música, ella había puesto un jazz movido que agradaba a los que, como ella, fumaban porro, algunos cargados con clonazepam, pero no convencía a los que tomaban cocaína y necesitaban algo más festivo o, por lo menos, fuerte.

A modo de protesta, los consumidores de cocaína se dedicaron a boludear a Miguel, uno de los amigos de Eliana del fútbol mixto de los jueves, miembro del grupo de porro con clonazepam.

Lucio, Aylén y Fernando eran los tres del grupo de tomadores de cocaína que más propuestas novedosas encontraban para enrretenerse con Miguel.

Los juegos habían empezado con un tiro al blanco de chizitos. Miguel se quejó. Eliana los retó solamente porque quería que levantaran lo que caía al piso.

Cuando Miguel fue al baño, le agregaron vino, cerveza y detergente al vaso de fernet que él estaba tomando. La cara se le transformó al tomar y no logró contener una arcada. Levantó la mirada y vio que casi todos se reían de él.

Ofuscado, Miguel renovó su trago y se enjuagó la boca en la cocina. Cuando volvió, Lucio le ofreció, a modo de disculpas, un nuevo porro para fumar.

Miguel lo miró desconfiado pero aceptó. Lo prendió y, después de darle unas buenas pitadas, advirtió que el porro estaba más hecho de merca que otra cosa. Volvió a demostrar su enojo y, mientras sentía que se le endurecía la cara, empezó a despedirse de todos en la fiesta.

Buscó su abrigo en la habitación de Eliana, donde no funcionaba la luz. Lo encontró después de mucho revolver entre los demás y, cuando dio con él, escuchó que los consumidores de cocaína también entraban a buscar sus abrigos.

«Ahora que se va el boludo éste, va a ser un embole la fiesta. Vamos a otro lado», llegó a escuchar que decía Aylén justo antes de entrar. Miguel hizo de cuenta que buscaba su billetera, sacó unos billetes y volvió a guardarla.

Salió de la pieza después que los merqueros, fue a la cocina, se sirvió un vaso de fernet y se sentó en la misma silla que antes. Cuando le preguntaron si él no estaba yéndose, contestó, con una sonrisa cargada de paz, que no, para nada.

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