574. La vaca de mala leche

12 de julio de 2025 | Julio 2025

Román sabía que no podía tirarse a dormir con el camión cargado de ganado sin evitar una cagada a pedos y, quizás, una sanción. Pero, de cualquier manera, ya era de noche y al frigorífico no iba a llegar. Se había atrasado por un accidente entre un colectivo y un camión. Por si le faltaba algo que lo convenciera, conocía el lugar donde paraban los camiones a dormir, ahí cerca del peaje, a pocos kilómetros de donde estaba.

Mantuvo, engañándose a sí mismo, hasta último segundo la duda de si dormir ahí o en la incómoda puerta del frigorífico, donde el terreno de la dársena estaba desnivelado y a veces ni siquiera tenía lugar. Ni bien vio el peaje, buscó lugar entre los demás camiones.

Se bajó y saludó a dos que pasaban por ahí. Encendió un cigarrillo y empezó a revisar el camión, un control de rutina que solía hacer antes de dormir.

—Flaco, ¿me convidás un cigarro? —escuchó a sus espaldas.

—Sí —contestó Román, agachado junto a un eje, casi como acto reflejo, y sacó el paquete de su campera mientras se levantaba. Cuando se dio vuelta, no había nadie. Miró a todos lados, incluso por debajo del camión que tenía a su derecha. No vio a nadie. Guardó el paquete y volvió al eje.

—Acá, flaco. Arriba —escuchó Román. Miró arriba—. Acá. Mu, mu.

La voz venía de entre las vacas. Con la expresión tomada por la duda, empezó a mirar por entre las patas de las vacas.

—No, flaco. Soy yo. Mu. La vaca, flaco. Dame un cigarro, dale.

Román vio que una vaca movía la cabeza y la enganchó en un último movimiento de labios mientras le contestaba a él.

—¿Hablás? —preguntó Román.

—Sí, dame el cigarro, flaco. Y fuego. Ahora te explico —exigió la vaca. Román le puso el cigarro en la boca, lo encendió, la vaca pitó y, después, el cigarro se le cayó al piso de la caja—. La puta madre, siempre lo mismo.

—Te lo alcanzo —dijo Román y le puso el cigarrillo en la boca—. ¿Hablás?

La vaca siguió fumando. Aspiraba por la boca y sacaba el humo por la nariz. Cerró los ojos como para advertirle que no podía hablar y fumar al mismo tiempo.

—Ey —insitió Román, que no entendió la seña y, en ese momento, a la vaca se le cayó el cigarrillo.

—Otra vez. Ya está, dejalo ahí —le dijo a Román que se había acercado a buscar el cigarrillo. La vaca lo pisó y lo apagó—. Sí, flaco. Te sorprendería todo lo que puede hacer una vaca. Hasta votamos, con eso te digo todo. A éste de ahora lo votamos casi todas.

—¿Eh? —preguntó Román, sorprendido.

—Y, claro, flaco. La batalla cultural contra el consumo de carne. Esa es toda nuestra.

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