540. Al sol

5 de junio de 2025 | Junio 2025

Braulio y Pancho vivían en una ranchada en plena Avenida de Mayo. Bastaba con asomarse un poco entre la gente y el tránsito para ver, a lo lejos, la Casa Rosada. Ellos no eran parte de la nueva camada de habitantes del microcentro porteño. Ambos llevaban más de una década en ese territorio, cambiando de lugar, pero en una misma zona.

—Eh, Braulio —gritó Pancho—. Braulio —repitió y le chifló—. Vi que hay como una colimba voluntaria ahora, ¿viste?

—¿A dónde escuchaste? —preguntó Braulio—. ¿Le compraste pilas a la radio?

—No, boludo. Si todavía no me diste tu parte, yo ya te dije que lo mío lo tengo —reprochó Pancho—. Gracias, señorita —le dijo a una mujer que le había dejado un billete en su sombrero bombín, apoyado en la vereda.

—Nunca me lo mostraste.

—¿Qué tiene que ver? Lo que te digo es que hay una colimba. Y que nos podemos meter ahí como para que nos den la ropa, ¿viste? Y después nos vamos a la mierda sin que se aviven los milicos.

—¿Para qué? —preguntó Braulio, aunque casi no se escuchó por el ruido de un colectivo.

—Para la ropa, boludo. Que se viene el frío. Bastante bravo si es como el otro día.

—Pero hacerte milico es una locura, hermano —reprochó Braulio.

—Te digo que nos dan la ropa y nos vamos. Nos escapamos una noche sin que se aviven los putos esos.

—¿Y vos decís que te la darán tan rápido la ropa?

—Y sí, ¿por qué no? No van a andar en bolas… —contestó Pancho

—Porque vos no debés ser el único genio que se le ocurrió esa idea. Además, yo ya estoy grande para hacer cosas así.

—También nos dan comida —sumó Pancho.

—Mirá, yo tuve un tío que fue a la colimba y decía que era horrible lo que le daban, que casi no lo podía comer.

—Pero eso era antes, boludo. Ahora les dan de comer todo rico.

—¿Cómo sabés? —preguntó Braulio y se distrajo con las tetas de una chica que saltaban un metro por encima de su cabeza.

—Es lo que se dice.

—No cuentes conmigo, Pancho. La colimba era obligatoria porque nadie la haría voluntaria. Esto es como… como hacerse milico a propósito. Casi por gusto —sentenció Braulio y se tiró contra la pared a sus espaldas, cerró los ojos y se compenetró con el sol.

—Qué viejo puto. Siempre tenés razón —acordó Pancho y se echó al sol.

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