El presidente se levantó de la cama, se puso un pantalón y unas pantuflas y caminó por el pasillo, mientras masticaba su propio aliento matutino, hasta la puerta. De ahí se dirigió al microcine donde ya estaba por empezar una película. “Ya terminó la publicidad”, pensó, antes de elegir su asiento favorito.
—Amor, le dije a Diego que ponga una comedia —escuchó a un costado y vio a su hermana.
—Nunca me decís así —dijo el presidente y la pantalla atrajo su atención con una música fuerte.
Miró y ahí se veía a un médico que, mientras atendía un niño en un quirófano, también respondía consultas de otros pacientes que aparecían a un costado. Un hombre flaquísimo se asomaba para avisarle que era su turno en recepción.
No había llegado a contestar que se una médica se sumaba para recordarle que debía decidir si internar o no a una niña, al mismo tiempo que él pensaba que, antes de ir a atender la recepción, tenía que hacerle radiografías a un bebé.
—Una comedia —dijo el presidente y sonrió.
—¿Te gusta? —preguntó su hermana.
En la escena siguiente, el médico salía del hospital. El día estaba lluvioso y frío, se veía como una tarde de invierno: todavía temprano, aunque casi de noche. Le tocaba colectivo a la vuelta del trabajo. El farol de la esquina no funcionaba.
Un auto se detenía frente a él y bajaba la ventanilla del acompañante. Un señor, vestido elegante y con anteojos de sol, le pedía que atendiera a sus hijos por una cantidad enorme dinero. Pero el médico se negaba, y se quedaba en la lluvia esperando el colectivo.
El presidente se rio. Su hermana lo miró.
La película repetía el día, nada más que en el segundo, el médico aceptaba la oferta del hombre. Se subía al auto del señor que lo conducía hasta un palacete con un enorme jardín verde. La película terminaba con la sonrisa del médico.
—Me estoy re meando —decía el presidente—. Ahí vengo y nos miramos otra… Amor —dijo y guiñó un ojo.
Fue hasta el baño y empezó a hacer pis en el inodoro, mientras reía por recordar escenas de la película. En ese momento se sintió mojado en la pelvis y se despertó en su cama, orinándose.
