Golpearon la puerta del departamento. Danilo, sorprendido, se vistió, apagó la música, encendió algunas luces y caminó hasta la puerta.
—¿Quién es? —preguntó con los ojos apretados.
—Marcos —sonó al otro lado.
—¿Quién?
—Marcos, tu baby Marcos.
Danilo abrió.
—¿Qué hacés acá? ¿Cómo entraste al edificio? —preguntó.
—Tengo más trucos que los que podés imaginar —contestó Marcos—. Me acordé que vos todos los jueves preparabas esas milanesas riquísimas que hacías con la receta de tu abuela que…
—De mi vieja —interrumpió Danilo.
—Como sea. Quería saber si no querías que volviéramos a comer rico y… —Marcos bajó la mirada, se acercó hasta quedar apenas a centímetros de Danilo y, con voz sexy, siguió: — pasarla bien rico también.
—Salí, Marcos —Danilo dio un paso atrás.
—¿Por qué no querés ser mi sugar daddy? —gritó Marcos en el pasillo.
—Callate, por Dios. No tengo ganas de ser tu nada, Marcos. Andate a tu casa.
Un ruido, de algo que se estrellaba contra el piso, sonó desde el living. Danilo, sorprendido, miró para adentro y, en un movimiento rápido, Marcos aprovechó para empujarlo y meterse adentro del departamento.
—¿Con quién estás? ¿Tenés a otro pendejito? —entró gritando.
Se frenó en seco cuando vio a cuatro tipos, dos travestis y dos chicas, casi del todo desnudos, algunos escondidos detrás del sillón.
—Ah, bueno, ya veo… —dijo Marcos de brazos cruzados y se volvió hacia Danilo —. ¿No hay lugar para mí? ¿Eh? —y volvió a mirar a los participantes de la orgía—. A vos te conozco de Tind… no, de Cup… no sé —dijo señalando a uno y después exageró un gesto de sorpresa—. ¿Esa no es tu hermana?
—Marcos, por favor…
—Sí, soy la hermana, ¿y qué? Lo cuido mejor que nadie —contestó ella, con el hilo de la tanga enrollado, por ponérsela a las apuradas, y un brazo cruzado, cubriéndole las tetas.
—Ustedes son unos enfermos —dijo Marcos con asco y amagó a irse en pleno escándalo. Llegó hasta la puerta y volvió—. ¿No me puedo quedar?
—No —contestaron varios al unísono.
—¿Para quedarme a mirar? Juro que no toco nada.
—Dale, salí —resolvió Danilo empujándolo con una mano, mientras la otra cerraba la puerta.
Marcos gritó un poco más desde el pasillo, pero la música y los gemidos tapaban su voz.
