485. Yerno peligroso

9 de abril de 2025 | Abril 2025

El doctor Velasco estaba preocupado. Su hija Carolina, la mayor, estaba por ir a vivir con su novio en Noruega. Él sabía que ella, en realidad, no quería irse, y que había sido el novio quien había planteado el ultimátum de irse juntos o cortar la relación ahí nomás. Delfina, su hija menor y buchona de la familia, le había contado eso en secreto el sábado que Carolina lloraba sin explicar —al menos a él— por qué.

 Llevaba ya cinco días buscando algún plan que pudiera sacarlo de su dilema y evitar que Carolina se fuera a vivir al exterior, siendo tan joven, con apenas veinticuatro años. Ya sería él quien le dijera “andate, este país no tiene destino”, una vez que ella tuviera un título universitario argentino.

Pero no esperaba conseguir la respuesta en una consulta. Entró al despacho de su nuevo paciente y saludó mientras tomaba asiento. Pensó que sería una atención privada, pero el asesor que lo había convocado no se despegaba del paciente.

—La intención ahora es preparar al paciente para que, ante un eventual juicio penal, resulte inimputable, ¿verdad? —preguntó el doctor Vleasco, que hablaba con una calma envidiable.

El asesor asintió.

—Yo veo dos posibilidades: parecer loco o idiota. En ambos casos va a resultar lo mismo, pero la locura a veces es más difícil de disimular. Es bueno, para cualquiera de las dos opciones, usar una frase y repetirla como un mantra, aunque no tenga que ver con el contexto —dijo el doctor bailando las manos en el aire.

—Entonces, ¿qué? ¿Me va a hacer quedar como idiota? —preguntó el paciente.

—Algo así… Es como un escudo por si las cosas salen mal.

—¿Mal? Si todo marcha de acuerdo al plan —contestó, ofuscado, el paciente.

—Esa es buena. Buena frase, sí —confirmó el doctor.

—O sea, digamos, ¿me está tomando el pelo? —contestó el paciente con los dientes apretados, levantándose de la silla, amenazante.

—Tranquilo, tranquilo —lo calmó el asesor con una mano en el hombro y lo sentó de nuevo—. Salgamos, doctor.

El asesor acompañó al doctor Velasco hasta afuera del despacho y, susurrando, le preguntó:

—¿Cómo lo ve?

—Yo creo que algo tiene… Pero hay que demostrarlo.

—Por las dudas, estoy preparando un plan b: una mezcla de psilocibina, cocaína y metanfetamina en dosis altas para darle todo junto y filmar el viaje para girarlo por redes y medios. ¿Cree que eso serviría? —preguntó el asesor.

El doctor Velasco pensó en silencio medio minuto, serio. Después, riendo, contestó:

—Eso sería estupendo. ¿Podría conseguirme un poco de esa mezcla?

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