Yo le dije al boludo del loco Propato. Le dije que Facundo Iribarren era un tipo honrado, uno de los que ya no cría esta pampa. Él ya no vivía en el pueblo, pero todavía tenía los campos de la familia, que quedaban ahí nomás. Enorme. Además, los amigos, como don Álvaro, mi patrón, le habían quedado acá.
En su momento, don Álvaro me había escuchado a mí, o no sé cómo se había enterado, que yo estaba con el tema de la casa… necesitaba plata para terminarla, ni a la mitad la tenía, pero se me había complicado cuando nacieron los mellizos. Yo le había dicho a la Renata no teníamos que coger hasta terminar la casa, y una noche… Fueron dos veces, por eso vinieron mellizos.
Entonces Álvaro me dijo que le podía pedir prestado al Facundo, que él me iba a dar. Y yo fui y le pedí. Y él me dio.
Así que yo, desde ahí, hace un rato ya, que le debo plata al Facundo. Antes le pagaba yo, pero hasta que una vez no lo hice y ahí don Álvaro empezó a sacarme directamente del pago, no me lo da y listo. Para mí, mejor…
Pero los chicos crecen, y comen. Y ahora ya empiezan la escuela y había que comprarle los útiles, la mochila, la ropa. Todo por dos.
Me acuerdo que fuimos a la feria de ahí a la entrada de Rojas. Apenas las zapatillas pude comprar. Ni para la ropa me alcanzó. Pasa que ya no podía dejarle así, con las patas apretadas estaban ya.
Entonces la Renata me insistió, y tiene razón, que los chicos no pueden empezar la escuela así, que pobrecitos. Yo le dije que más trabajo no podía hacer. Y ella ya había empezado uno hacía poco.
Lo único que podíamos hacer era pedirle a don Facundo que nos devolviera una parte de lo que ya le habíamos pagado.
Lo comenté ahí con los demás en la estancia, en el almuerzo, y el loco Propato dijo que es un hijo de puta, un usurero. Que él le había pedido antes y había terminado perdiendo todo. Si ahora venía en bicicleta porque la moto la había tenido que vender. Y yo que pensaba que era porque estaba haciendo ejercicio.
Al loco le dicen así porque nunca miente. Hay una que dice que “los únicos que dicen la verdad son los locos y los niños”. Y él ha mandado amigos al muere por contarle todo a la señora, de tan honesto.
Así que cuando me dijo eso la verdad que me asusté. Pero no sabía qué más hacer. Fui y le pedí igual.
Don Facundo. Qué hombre. Le pedí y me dijo que no había problema, que me la daba como si fuera lo mismo que antes. Y después me preguntó por los mellizos. Que lo único que quería, él que no tenía hijos, era pasar tiempo con ellos.
Con Renata nos gusta. Le llevamos los chicos, que se encuentran ahí en los campos de Facundo, pasan el fin de semana entero. A veces más todavía. De hecho hace bastante que no los vemos, pero están bien, y eso es lo que importa.
