La reunión se había convocado muy temprano porque dirigentes de la UIA y de la Rural lo habían exigido así. La última vez, el representante de las multinacionales habían llegado tarde a propósito para que fuera breve y no resolviera nada. Cada sector llevaba a sus propios influencers y productores, asesorados por analistas de mercado.
Las elecciones ya no se usaban. O sí, pero en esa mesa chica, que había reemplazado a ese sistema vetusto de votación popular, que siempre daba malos resultados y obligaba a hacer trámites los domingos.
Bastaba con tener muchos seguidores, una encuestadora amiga que dibujara los índices de positividad, y el espectáculo que pudiera proveerse.
Pergolini y Migue Granados eran los representantes de la UIA, Tinelli y Nico Occhiato participaban por la Rural, y Fantino solo iba por las multinacionales.
—La realidad es que viene bajando mucho en los números —acusó Pergolini—. En Youtube casi no existe la figura del presidente.
—Bueno, Mario… existe pero a través de otros medios aliados —contestó Fantino—. No tiene por qué ser él mismo el que tenga la referencia del título del video.
—En instagram también está bajando, Ale—contestó Tinelli—. Solo le queda Twitter.
—Y ahí también lo están puteando bastante —dijo Migue Granados.
—Bueno, muchachos, pero ustedes ya lo quieren bajar. En TikTok explota el presidente —se defendió Fantino—. La reunión era para pensar algún giro narrativo, algo. Sófocles decía que…
—No, bueno, dale Alejandro, no boludees —se enojó Nico Occhiato—. Si no mide, no mide. Pongamos a otro y listo.
—Entiendo. Hagamos lo siguiente: veamos cómo le va en la apertura. Si le va mal, empezamos a buscar el reemplazo —cedió Fantino.
—Perfecto. La mejor reunión de la historia —festejó Pergolini y los demás asintieron.
Brindaron con whisky y, aunque fuera temprano, tomaron un poco de cocaína para festejar el acuerdo.
