¿En qué momento se me ocurrió que iba a ser una buena idea acostarme con este tipo pesado —en todo sentido de la palabra—, que se balancea sobre mi cuerpo como si yo fuera una extensión más del colchón? ¿Está haciendo equilibrio para no tocar el colchón él o por qué mierda parece que sus noventa kilos están sobre mí?
Está bien, sí, algo ya puedo asumir: me dejé llevar por el mandato social de mierda. “No podés estar sola hoy, ¡y menos tanto tiempo sin sexo, amiga!”. La boluda de Daniela.
Se ve que es la respuesta para todo: aceptar que, en algún momento, tarde o temprano —siempre mejor más temprano— te van a coger. Pero, ¿esto quería? ¡Ay!
—Venga, tía —dice con la boca metida entre mis pelos y mi oreja.
—¿Qué? —pregunto, porque la palabra tía no tiene mucho que ver.
—Venga, tía, digo. O sea… yo lo hago en español de España —se aleja un poco de mi cara para darme la respuesta.
—¡Aay! —grito por dolor. ¿Qué dijo? ¿Coje en español?
—¿Estás bien? ¿Es muy grande? —pregunta él, sacándola un poco de adentro.
—No, es que… las rodillas… ¿Cambiamos de posición? ¿Voy arriba, te parece? —le sugiero como para no morir por aplastamiento, suficiente con que me coja.
Y bueno, me le muevo encima, le pongo onda. Como para que, de última, él la pase bien. Yo ya estoy en otra, ya me desconcentré. ¿Tía? ¿En español vas a coger? ¿Qué es esto?
—Oye, guapa, te gusta mi polla, ¿verdad? Menudo pollón tengo, tía, dilo.
Si lo decís vos ya ni me dan ganas de decírtelo. Lo diría nada más que si tengo que levantarte el ánimo, en realidad, pero así, menos todavía.
—Uf, sí, re —cedo—. Una vergota —lo argentinizo.
Le juego un rato más ahí, hago lo mejor, salto como una campeona arriba de ese pito de mierda. El tamaño es normal, pero es como feo… de los que hay que enamorarse para que gusten.
Gime. Gime y fuerte.
—¿Vas a acabar? —pregunto.
—No. No me voy a correr —contesta.
¡La puta madre! ¿Correr…? ¡Correr! En algún momento difícil, acepté que tenía que dejarme coger por alguien para estar bien, pero lamento tener una parte que aceptó que fuera este tipo. Es tremendo. Habla de cosas raras, no me gusta y encima coge feo.
—Cariño, ¿sucede algo que no te lías? —pregunta él, porque dejé de moverme y ni lo miro.
—¿Lías? ¿No quiere decir otra cosa?
—No, no. Está bien dicho, o sea, follo en español hace diez años… Digamos… mis amigos me dicen vaca mala —dice. Me levanto decidida. Es momento de huir.
