429. El juego del millón

12 de febrero de 2025 | Febrero 2025

Era un mar de verde oliva y un poco de caqui, de los uniformes nuestros de Gendarmería y Prefectura. Más gendarmes que otra cosa había. De todas partes del país habían ido a parar a ese predio inmenso. La convocatoria del Ministerio decía que podíamos ausentarnos de las tareas ese solo día, los que quisiéramos, para ir al sorteo del plan de vivienda.

En la entrada daban un numerito y con ese número uno tenía que ir y esperar a ver si salía sorteado. La ministra parecía Susana Giménez. Estaba contenta ella, metida en una pecera enorme, llena de papelitos que le llegaban al cuello.

Sacó uno y anunciaron el ganador. No era yo. Después sacó otro. Tampoco. En el tercero, ese sí, salí yo. No lo podía creer. Justo el último papelito.

Los únicos tres que ganamos tuvimos que esperar a que se fueran los demás, que costó bastante porque no se sabía cuántos planes se sorteaban. Dejamos los datos nuestros y nos dijeron el monto que nos iban a mandar y que nos iban a llamar desde Procrear. Esa noche festejé con la familia.

Pasó el tiempo y empecé a ver que me estaban descontando una plata directo del recibo de sueldo. El primer mes pensé que era otra cosa, pero al segundo ya me avivé.

Llamé por teléfono a los del Procrear. Nada. No atendía nadie. Llamé a mis superiores y me dijeron que hablara con el Ministerio. Llamé al Ministerio y me dijeron que llamara a Procrear. Llamé a Procrear y, de nuevo, nada.

“Deben estar a pleno, mucho trabajo”, pensaba yo. Mientras tanto, seguía trabajando porque eso es lo que corresponde, pero tuve que pedir un préstamo en otro lado.

Y seguí llamando y llamando hasta que, como dos meses más tarde, alguien levantó un teléfono. Me dijo que el plan ese Procrear no existía más, desde el año pasado.

Me enojé tanto que lo empecé a putear de arriba abajo. Le pedí que por favor me ayudara a resolver la situación, que tenían que mandarme la plata para la casa o, ni que sea, devolverme lo que me habían sacado.

Como yo lo había puteado, él me empezó a putear a mí, y nos quedamos como cinco minutos así, puteada va y puteada viene, hasta que le dije que lo iba a ir a buscar para matarlo y cortó.

Mi señora me dijo que así no iba a solucionar nada, y como tenía razón, volví a llamar a ese teléfono. Cuando me atendió, le pedí disculpas y le pedí que me ayudara, pero me contestó que él era tercerizado de limpieza, y que la oficina estaba vacía, no había nadie para atenderme.

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