425. Valor ciudadano

8 de febrero de 2025 | Febrero 2025

La tarde había comenzado hacía apenas un par de horas y la comisaría, en ese horario, solía ser bastante tranquila, salvo ese día que la protesta contra la persecución de los chicos del barrio se había picado y les habían bajado todos los vidrios. Ese día, Nelly Gauna tiraba piedras contra la policía: habían torturado a un chico de su cuadra. Esta tarde, volvía a presentarse.

—Buen día, ¿cómo estás? ¿Está Ramírez? —saludó al policía del mostrador.

—Buen día, Nelly. No está tu primo, ya se fue —contestó el cabo Paredes.

—Ah… Bueno, te consulto a vos, entonces… Mi marido, Claudio Fontán, Dios lo tenga en la gloria, se enfrentó con un chorro de éstos el otro día, que le estaba robando a un chico que venía de trabajar… Y bueno, el chorro este lo mató.

—¿A quién? ¿Al chico?

—No, a mi marido —contestó ella y se señaló el pecho con una mano entera.

—¿Al Orco Fontán? —preguntó con dudas el cabo.

—Sí, te estoy diciendo que lo mató, ¿no me oís? —se alteró Nelly.

El cabo no dijo nada.

—Bueno, yo sé que hay una… ¿condecoración al valor? Una cosa así que sacó el gobierno. Y quería saber si eso viene con alguna pensión, algo así para premiar el valor de mi marido…

—No, Nelly, es una placa nomás, y una chapita para la lápida. Se paga con gloria —contestó el cabo antes de envolver los labios dentro de su boca.

—¿Gloria? ¿Me quedé sin mi marido y no me dan un peso? Ustedes son unas ratas —gritó indignada.

—Pero por favor, Nelly, si tu marido estuvo detenido acá ayer a la tarde, ni siquiera está muerto —se cabreó el cabo—. Y si participa en un choreo, dudo que sea para salvar a alguien.

—Pero por favor, lavate el culo antes de hablar de mi marido, eh —lo apuntó con un dedo.

—Andá, Nelly, por favor. Andá y busquen un laburo en vez de… de…

—Laburo buscá vos, buchón. Ratis ratas. Quieren que pongamos el cuerpo los pobres para matarnos contra los chorros y ustedes, que son los que deberían estar, no te largan un peso…

—Nelly, ustedes son los chorros —contestó el cabo.

—Y ustedes también. Nosotros por lo menos no somos ratas, salame —contestó Nelly y salió de la comisaría.

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