422. Sobreactuación

5 de febrero de 2025 | Febrero 2025

Habían terminado de cenar y le tocaba a Yanina lavar los platos. Eso pasaba casi todos los días: ella no trabajaba afuera y su novio Hernán sí lo hacía. Hacía poco tiempo que vivían juntos y él se ofreció para lavar, después de ver que Yanina se sentía dolorida e incómoda por síntomas premenstruales.

“Tirate un rato, mi amor. Yo me encargo de todo”, dijo Hernán y dejó la cocina más prolija que Yanina hubiera visto en su vida. Después de terminar tomó un poco más del vino que le había quedado y fue hasta la cama.

Yanina estaba tirada, de costado, y ni siquiera se movió cuando él se acostó a su lado. Hernán le hizo cucharita, le acarició las piernas, el culo, la panza. Le hizo sentir su verga dura contra el culo.

—¿Querés que te coja, mi amor? —preguntó Hernán en el oído de Yanina.

—No. Me siento mal. Salí —contestó ella.

—Dale, ey, chupame la pija por lo menos —se quejó.

—¡Salí! —gritó ella y él se asustó.

—A mí no me vas a gritar, eh. Pendeja de mierda. ¿Me escuchaste? —se envalentonó Hernán. Como ella no contestó, él le tiró del pelo como para quedar cara a cara y repitió:— ¿Me escuchaste?

—Soltá, boludo —Yanina se zafó ayudándose con una mano y volvió a acomodarse.

—¿Qué me pegás, la concha de tu madre? —se quejó Hernán y la empujó de la cama.

—¿Qué te pasa, enfermo de mierda? —gritó ella después de golpearse, levantarse y desafiarlo con la mirada.

Yanina revoleó un vaso, lo único que tenía en la mesa de luz, junto con su celular. Hernán se abalanzó contra ella, la arrinconó entre él y la pared y empezó a darle piñas en la cabeza, entre los brazos de Yanina que colgaban hacia él, como si se cubriera de la lluvia de golpes que Hernán le hacía caer mientras le preguntaba “¿a quién le pegás? ¿eh?” con los dientes apretados.

Hernán se levantó del suelo mientras la insultaba. Yanina se quedó tirada, sangrando.

—Ey, boluda… levantate —dijo Hernán como si nada—. Ey, Yani, dale. Dejá de joder, no seas exagerada.

Se quedó en silencio un minuto, esperando que Yanina se cansara de su performance de golpeada como aquella tarde en que ella había exagerado el dolor de los golpes, luego reído, y luego chupado la verga de Hernán.

Recién cuando pasaron otros dos minutos sin que ella se moviera, Hernán se acercó a cotejar que estuviera muerta. No temió por su futuro.

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