David llegó a su departamento después de trabajar en el depósito durante diez horas, con ropa de trabajo y calor encima. Ni bien abrió con llave lo recibió Pablo, que se levantó de la computadora para saludarlo con un beso. David respondió frío. Estaba cansado y se le notaba el mal humor.
Siguió hasta la pieza, bajó la persiana y se sacó el calzado de seguridad, la ropa de trabajo, las medias y los calzoncillos. Se puso una vedetina que apenas sujetaba sus genitales, un pantalón corto tiro alto que sobresalía pocos centímetros por debajo de los glúteos y un top ajustado, se maquilló labios, pómulos y ojos.
—Pensé que estabas cansada —dijo Pablo cuando la vio entrar de nuevo en el living y se levantó para correr las cortinas—, que no te ibas a montar.
—Estoy cansada —contestó David mientras se sentaba en una silla.
—Yo también, estuve horas diseñando las fotos de nuestras familias felices con nuestros falsos hijos —contestó Pablo.
—Hubiéramos puesto a tu sobrino y listo en vez de andar inventando nenes —David se encendió un cigarrillo con una pierna cruzada sobre la otra.
—Ya lo hablamos esto, Davi… —contestó Pablo, también con la expresión cargada de pesadez—. Además, ¿qué decimos en los trabajos? ¿Que nos separamos de Inés y Estefi y se nos murieron nuestros hijos?
—Y sí, no sé. Inventemos un accidente, cobremos una indemnización y vayámonos a vivir a escondidas en otro lugar donde no veamos a nadie para inventarle cuentos —contestó David con un gesto de capricho, apenas alzando los hombros, y sin mirarlo a los ojos.
—Si inventamos el accidente y la muerte hay que inventar un velorio, es muy difícil —contestó Pablo con una sonrisa—. Ey, linda… —se acercó hasta ella y le dio un beso con ternura en el cachete—. Abrazame —ordenó parado con sus piernas abiertas a los costados de las de ella, y los brazos metiéndose entre el respaldo de la silla y la espalda de su novia.
David lo abrazó como si colgara de él y enterró sus ojos en el cuello de Pablo.
—¿Te acordás de cuando nos divertíamos inventando nuestras familias, sus vacaciones, su día a día? ¿El día que decidimos que Estefi fuera un minón que se parte al medio para que yo pareciera un re ganador y nos reímos horas, en pedo, fumando porro?
A David el recuerdo le hizo sonreír y lagrimear al mismo tiempo.
—No nos podemos ir, mi amor —sentenció Pablo—. Vení, tomemos un vino y pensemos algo para contar mañana.
—Creo que voy a proponer ir de putas. Así de paso me tomo unos mates con Magui, que no la veo hace un montón —dijo David y Pablo la miró serio—. No fue ella la que delató a Lucas, si esa es tu duda.
—Bueno, pero no la beses mucho cuando te hagas el macho —dijo Pablo, fingiendo celos antes de sentarse sobre las piernas de David y besarle los labios.
