En cuanto se definió que no modificaría la sede del campeonato sudamericano de fútbol sub 20 en Venezuela, a pesar de los reclamos del gobierno argentino, la funcionaria a cargo de la cartera de seguridad empezó a tomar vino y cartas en el asunto. El riesgo de que chicos con un futuro de ídolos del deporte más importante, fueran víctimas de una nueva violación a los derechos humanos (en particular, en el único punto del planeta donde ella los defendía), le resultaba inadmisible.
Mandó a preparar, entonces, una respuesta anticipada. «El que pega primero pega dos…» susurraron sus labios violetas en una noche a oscuras sin terminar la frase. Con la base de datos del ministerio y un operativo veloz, detuvo a todos los ciudadanos venezolanos en suelo porteño en apenas una noche.
Cientos de inmigrantes venezolanos se encontraron esposados y sentados en hilera dentro de un estadio de básquet en cuestión de horas.
El plan jugaba a dos bandas: provocaría presión interna en Venezuela contra el régimen dictatorial como causa de las detenciones y ganaría apoyo por parte de su base anti chavista en el territorio nacional con su método férreo.
Además, fantaseaba con liquidar algunos venezolanos en caso de que se les negara el retorno a los jugadores juveniles argentinos.
El resultado no fue el esperado: al día siguiente, un sábado, el mundo de delivery gastronómico se paralizó. La falta de ciclistas y motoqueros venezolanos, combinada con la regulación de demanda del mercado, elevaron los precios de las aplicaciones de delivery hasta las nubes.
Al mismo tiempo, el apoyo de los venezolanos al gobierno local se desplomó como nadie hubiera imaginado, al punto de casi provocar una rebelión bolivariana en el estadio de básquet.
Entre los que apoyaban al gobierno, los sectores más populares, que veían a los venezolanos como competidores, festejaban la medida; mientras los de clase media y alta (incluso amigos y familiares de la funcionaria) se quejaban de no tener su delivery, su entrenador personal o su prestador de salud. Los ingenieros no resonaban tanto entre las quejas.
A nivel internacional, la consecuencia de la medida fue darle prensa y poner a Venezuela en un papel de víctima que le dio más aire al régimen.
La funcionaria, al ver que su plan no funcionaba, y sabiendo que no podía matar a los secuestrados, debió conformarse con deportar a aquellos que no tenían los papeles en regla de vuelta a Venezuela.
El torneo arrancó recién dos semanás más tarde y, aunque los jugadores no fueron secuestrados, sufrieron malos tratos y abucheos en toda Venezuela.
