Todavía me acuerdo esa tarde en el parque de la casa. “Dejale ganar, mirá esa sonrisa” pensé y empecé a correr lento, a inventarme tropiezos con jugadores imaginarios y a dejar que me pasaras y metieras goles aunque jugabas horrible. Después te la pasaste anunciando que le habías ganado a papá en un partidazo a cada persona que veías.
Esas cosas que uno solamente hace por un hijo. Yo no soy el mejor jugador, pero me sobraba tamaño y calidad para ganarte a vos, que sos bastante patadura, burro y lerdo. Son cosas del amor de padre e hijo que uno las ve atrás en el tiempo y… ya está, ya se hizo.
En el ajedrez, lo mismo. Vos pensabas que yo era mal jugador porque siempre quedaba una pieza importante mía librada para que la comieras vos. Y no te dabas cuenta de que era a propósito.
En el bridge, en cambio, no te podía dejar ganar. ¿Qué pensarían los de la selección si perdía jugando contra vos y tus amiguitos que ni siquiera entendían las reglas? Y que el nene bobo de los Roemmers me ganara era inaceptable.
De adolescente ya te hice conocer el mundo de las empresas. Escuchar las reuniones, las discusiones, aunque la bruja decía que no ibas a entender…
Mirá vos, si no entenderías. En cuanto pudiste poner un pie en los negocios de papá empezaste a tejer todos tus propios artilugios, trucos y mecanismos para llevarte alguna tajada más de la que te correspondía. Un vivo bárbaro.
Yo me daba cuenta, pero igual te dejaba hacerlo. Siempre dije que las empresas de mi padre fueron mi mejor escuela. Solo que a mí me salían mejor que a vos, y no se notaba tanto.
No te voy a mentir que me dolió mucho tu traición. ¿A mí, tu padre, le vas a cagar el negocio? ¿Competirme usando a mi gente? ¿No hacerme caso? Te di todo lo que tenía para darte y más. No digas eso de que lo hice para competir contra mis socios, por conveniencia. Eso era un plus.
Una vez me lo explicaron: es lo mismo que en la naturaleza. El león se tiene que enfrentar a sus hijos cuando ellos lo quieren sacar de la manada y quitarle el poder. Y a nosotros nos pasa igual, en algún momento vamos a tener que enfrentarnos.
Yo voy a seguir ahí, con vos, al lado tuyo. Por ahora y si me sirve. Pero cuidate solo.

