363. Pobres tontos, pobres diablos

8 de diciembre de 2024 | Diciembre 2024

Calzón cómodo, ajustado, pero no tanto, tela que se adapte bien. Medias nuevas, de una marca ya determinada. Una camisa azul, la que mejor calza en su cuerpo. El traje favorito: ese que esconde lo que tiene que esconder y muestra lo que tiene que mostrar. Y los mejores zapatos. Incluso si quedan molestos para el pie, por grandes o chicos, eso no importa.

Le tomó semanas pensar su atuendo para una noche tan importante. Se acordaba de sus primeros momentos en política, cuando él decía que no era lo suyo, pero le gustaba que otros le dijeran que sí.

Se congeló un segundo cuando sintió la suavidad de esa camisa contra su espalda, a diferencia de las que tenía antes que, incluso siendo buenas, les faltaba esa cuota de… lo que sea que les diera suavidad a éstas.

Ese sueño. Esa noche de abril en que el frío lo obligó a despertar para taparse. Ese instante de lucidez en el que sonrió, balbuceó “el mejor” y se rio, como si jamás fuera a ser otra cosa que eso: un sueño.

Tanto camino recorrido entre esa noche y un desayuno de un martes cuando le avisaron que lo había logrado, que había llegado una invitación para hacerle entrega del premio al Mejor Presidente de la Historia.

El vocero entró en la habitación sin golpear, mientras el presidente se vestía:

—¿Qué tal, presidente? ¿Cómo viene esa ropa? —preguntó con una sonrisa, mirándolo por el espejo.

—Te luciste, como siempre —lo felicitó el presidente—. Ni mi hermana se da tanta maña para cumplirme los caprichos —le sonrió.

—Bueno, muchas gracias… —aceptó, condescendiente, el vocero—. Ah, llamaron del Fondo, dicen que quieren tener una comunicación telefónica con usted, algo así.

—Perfecto, que me llamen a la noche.

—Querían que sea ahora… Yo les dije que el presidente se iba a recibir un premio muy importante, que… Pero, sí. Ya les digo entonces eso, que llamen más tarde, ¿no? Aparte, debe ser una pavada… —titubeó el vocero.

—Hoy nada es más importante que el premio al mejor presidente de la historia. O sea… Nadie más lo tiene. Yo voy a ser el primero. Digo, no me quiero agrandar, pero… Y encima, un premio otorgado por la mejor pizzería de todo San Fernando —asintió el presidente.

—Qué ricas las hacen, eh. Una delicia.

—¿Fuiste?

—No, todavía no —contestó el vocero.

—Las probarás hoy y me dirás.

—Otro sueño hecho realidad, entonces —festejó el vocero—. Me voy a contestarle esto a los del Fondo, que los dejé colgados en el teléfono.

—Dale, sí, y vamos que no quiero dejar a esta gente de la pizzería esperándome, voy a quedar como el culo.

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