350. Los Totines

25 de noviembre de 2024 | Noviembre 2024

La ministra había decidido darle a su fuerza especial de agentes encubiertos el nombre de Los Totines. Formado por los mejores espías y hackers de las fuerzas de seguridad a su cargo, había logrado reunir un grupo que respondía directamente a ella, sin intermediarios, dedicados exclusivamente a la persecución a aquellos enemigos que el gobierno quería enfrentar.

Por la cantidad de cajas de bebidas, la oficina parecía el depósito de una bodega. Desordenada como solamente pueden estarlo el departamento donde ocurra orgía del fin del mundo o una oficina de microcentro, la mañana siguiente a la fiesta despedida del año, con empleados semidesnudos durmiendo en los sillones.

No obstante, a pesar (o quizás a causa) de su apariencia, era una de las oficinas favoritas de la ministra. 

Se le había asignado una cantidad de recursos que casi ninguna oficina del gobierno tenía. Las mejores tecnologías y los mejores profesionales para ejecutar una prolija y efectiva persecución a opositores. El único obstáculo para conseguirlo era su borrachera, que les impedía hacer el último movimiento de cada operación.

—¡Altamirano! —gritó Chamorro, el jefe, parado en la puerta de la oficina con una taza llena de vino tinto.

—Sí, jefe. Ahí voy —Altamirano se levantó de su asiento con dificultad e hizo un camino sinuoso hasta llegar a la oficina de Chamorro.

—Escuchame, ¿con qué estás vos? ¿Estás ocupado? —preguntó Chamorro mientras servía un vaso de vino para su subordinado.

—Estaba apretando un kuka que tiene otra familia en el interior, vendiéndole nuestro silencio.

—¿Cuánto le pediste?

—Trescientos mil —contestó Altamirano.

—Bueno, bien. No quiero que pidan más —lo señaló Chamorro—. Nosotros no estamos para arruinar a la gente en esta oficina, que la cosa está dura —sermoneó con la mirada perdida.

—No, por favor, jefe. Lo tengo sabido.

—Y por favor, esta vez acordate de cobrar. Igual te llamé por otra cosa. Antes que nada, la tradición —dijo Chamorro y levantó su taza—. Salud.

—Salud —contestó Altamirano después de reprimir un hipo.

—Tenemos un asunto muy importante. Hay que ir detrás de un alto dirigente de los movimientos sociales. Pero eso sí. Esta misión, Alatmirano, te necesito… sodeado. Si no podés, si no lo vas a aguantar, te pido que no la aceptes.

—Jefe, si es para sodeado, me parece que le va a convenir hablar con García. Él entiende de esas cosas.

—Bueno, después vemos. ¿Jugamos un truquito? —dijo Chamorro y sacó un mazo de naipes.

—Apuesto los trescientos mil del kuka —contestó Altamirano, con una sonrisa, inclinado sobre el escritorio.

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