El mismo golpe que se había llevado puesto el padre de Tiziano y le había quitado la vida, era el que le traía algo de suerte, entre tanta malaria, a su futuro. Con su padre no tenía vínculo desde el fallecimiento de su madre, que era la única que podía juntarlos sin que se putearan cuando Tiziano era boludeado por su padre por hacerse hincha del club rival.
Se enteró de su fallecimiento unos meses más tarde, cuando el único amigo que tenía su padre ya se había quedado con todo lo que podía, y solamente quedaba la cuenta bancaria, a la que no podía acceder.
Tiziano no podía creer que le habían caído del cielo esos treinta y siete mil trescientos veintiocho dólares, justo lo que le faltaba para, con los mil doscientos que él tenía ahorrados, llegar a un departamento en pleno Once, el barrio donde él vivía.
En plena búsqueda de algún lugar donde vivir, encontró un monoambiente sobre la calle Azcuénaga, y tuvo la suerte de toparse con Ulpiano Puentes, el mismísimo dueño de la inmobiliaria Ulpiano Puentes Propiedades.
—Oíme, ¿esto sería para vos o qué? ¿Tenés hijos? —preguntó Ulpiano cuando lo hizo pasar al monoambiente.
—Para mí solo —contestó Tiziano.
—¿Puede ser que llegaste en colectivo? Creo que te vi bajando del 41.
—Sí, sí.
—Mirá, yo te diría, mejor, en vez de comprarte un departamento, comprate un buen auto. Es un negoción. Vas a ver que tenés más ahorro ahí que en el ladrillo. Ahora la gente no compra más departamentos, compra coches.
—¿En serio?
—Sí, esto está todo parado… nadie quiere un departamento, es un quilombo. Le tenés que poner un montón de plata encima cada dos por tres. El auto, si es cómodo, también es como este monoambiente te digo.
—Mirá, no lo había pensado.
—Pero sí… Yo ahora… mirá, un amigo está trayendo coches de Brasil, que cuestan la mitad que acá. Si vos querés, yo lo llamo, y te llevás uno de esos —sugirió casi susurrando, no fuera cosa que las paredes del departamento tuvieran oídos.
—¿Y es legal?
—Es casi del todo legal. Pero, si no lo querés más, un día agarrás y lo vendés a la mierda —Ulpiano agitó una mano en el aire.
—Pasa que yo quería dejar de pagar alquiler…
—Pensalo. Vas a ver que ahora los pibes cuando se van de la casa de los viejos, van a un auto —cerró Ulpiano.
