292. Hacerse cargo

28 de septiembre de 2024 | Septiembre 2024

Fue una noche de verano que hacía mucho calor. Casi insoportable. Mis tíos y mis primos habían venido a cenar, aunque creo que con ese calor nadie tenía ganas en realidad. En el departamento no había aire acondicionado y mi vieja, terca como ella sola, decidió hacer los ravioles con estofado que tenía planeados desde tres días atrás, cuando hacían ocho grados menos.

Mis primos y yo estábamos jugando en el balcón. No me acuerdo bien a qué. Podían ser unos frustrados penales (mi primo Nicolás, el más grande, tenía doce y podía tapar todo el ancho del balcón), a las bolitas o algo así.

Todavía no habíamos cenado. Mi tío Víctor me llamó y me dijo que tenía que decirme algo. Cuando entré, vi que en el living no estaban mis papás. “Seguime”, dijo mi tío y encaró para el baño. Desde el pasillo, vi que mis viejos estaban en la cocina.

—Cerrá la puerta —ordenó y obedecí.

—¿Qué pasa, tío? —pregunté.

 —Escuchame. No le digas a nadie que te dije esto: yo soy tu papá.

No dije nada. Solamente lo miraba; serio. En mi difuso recuerdo, creo haber intentado determinar si se refería a un sentido biológico o qué, pero justo entonces, Víctor aclaró:

—En esa época tus viejos estaban bastante peleados, tu papá no estaba mucho, y yo… Bueno, digamos que el único que cogía con tu madre era yo.

Estoy casi seguro de que a esa altura de mi vida jamás había pensado en si mis viejos cogían. Es más, todavía no me había hecho la primera paja. Y en el baño había olor a mierda.

—Perdón, fui yo —dijo mi tío después de arrugar la nariz—. Tenía que largarlo, no podía contenerme más —y no entendí a qué de todo se refería.

—¿Me tengo que hacer de Platense, entonces? —pregunté. Era su cuadro y el que mi viejo había abandonado para hacerse de River.

—No, no. Se va a dar cuenta tu papá…Gracias, Mauro. Me vino bien hacerme cargo de esto que estaba pasando —dijo y salió del baño.

Esa noche no cené, pensaron que estaba mal de la panza porque salí del baño media hora más tarde que Víctor. En ese momento, ser niño e ir al psicólogo era raro. Yo era raro después de esa noche. Pero a mi tío, después de eso, lo noté más relajado en la familia. Más feliz.

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