252. Faltazos

20 de agosto de 2024 | Agosto 2024

El ambiente en la oficina estaba demasiado tenso. Hacía apenas medio año que habían inaugurado el estudio jurídico, pero la alegría y los buenos momentos no habían durado tanto. Los hermanos Rubén y Luis Nolasco eran aportantes de la mayor parte del capital y, por ende, dueños de la última palabra. No solamente compartían el apellido y la familia, sino también una enorme desconfianza hacia el resto de la humanidad, algunas paranoias y una furiosa necesidad de control de su ámbito.

Germán Pagés había fundado el estudio con ellos. Era poseedor de algo más de intelecto que los hermanos Nolasco, pero con un estilo y una forma de ser mucho menos cautivante. Era el que menos clientes y capital inicial había aportado entre los tres.

Lo que meses atrás eran sonrisas, por más impostadas que fueran, empezaron a transformarse cuando Germán empezó a tener vínculo personal con algunos clientes que habían acercado los hermanos Nolasco.

En represalia, Rubén Nolasco, seguro de que él quería robarse a sus clientes, convocó a los padres de Germán Pagés a una reunión en la oficina, para celebrar una fecha patria, sin darle aviso, a sabiendas del vínculo complicado entre ellos. Una mojada de oreja para Germán y las caras de culo empezaron a reinar en la oficina.

Eso terminó de convencer a Germán de actuar contra los intereses de los hermanos Nolasco, cagarles clientes y quedarse con parte del estudio. Empezó a trabajarles las ideas a parte del personal para que se ubicara a su lado en contra de los otros jefes.

En apenas un mes, armó un estudio paralelo al que derivaba clientes a los que atendía los días martes. Entre esos estaban algunos de los más importantes para Luis Nolasco, que los conseguía gracias a sus vínculos con empresarios importantes a nivel nacional y regional. La empleada estrella del estudio y un empleado útil eran sus cómplices en el proyecto. Nadie controlaba que trabajaran solamente las causas del estudio originario.

El problema para Germán inició cuando sus reuniones comenzaron a pisarse en la agenda de otras del estudio compartido con los Nolasco. Para no posponer las reuniones de su estudio paralelo, acusaba falsos dolores de panza o de cabeza, que le permitían faltar con algún justificativo.

En un primer momento, Germán se enteró de que los hermanos Nolasco lo veían como un débil que no estaba a la altura de lo que había prometido en un primer momento. No le importaba dar esa imagen.

Lo que no le tomó mucho más tiempo fue darse cuenta de que las reuniones importantes eran siempre los días martes, y que, luego de pasar las del estudio paralelo a los miércoles, los hermanos Nolasco hicieron lo mismo.   

La salida para Germán fue conseguir un médico aliado que le diagnosticara una enfermedad importante, con un tratamiento a realizarse todos los miércoles, hasta poder dedicarse a su propio estudio, con los clientes ajenos.  

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