249. Un nuevo integrante en la familia

16 de agosto de 2024 | Agosto 2024

A Joaquín le ponía feliz ver que su hijo Lucas por fin tenía un trabajo que le gustaba. A él siempre le había costado un poco más que a los demás entender cuestiones básicas y también reproducirlas. Solía hablar lento, con temor de que sus palabras le hicieran meter la pata. Así y todo, lo habían contratado como locutor en una radio después de que pasara años buscando el trabajo ideal, amoldado a sus limitadas capacidades.

—Mi amor, ¿qué te parece si compramos un perro para Lucas? —preguntó Joaquín a su esposa mientras se metía a la cama—. Que le haga como acompañante terapéutico, ¿no?

—¿Vos decís? Pero, ¿podrá llevarlo a la radio? —contestó Esmeralda.

—Hablé con el director y me dijo que sí, que estaría todo bien, porque también saben que le haría bien a él… Mirá —dijo y agarró su celular para mostrarle—. Este perro hermoso se llama boyero de Berna. ¿Viste qué lindo?

—Pero es enorme eso, Joa… ¿Cuánto come?

—Y, bastante… pero es por él, ¿viste? Leí que son buenos perros de terapia y también son buenos con los niños —contestó Joaquín, sonriendo.

—Nuestro hijo ya no es un niño… Igual, es muy lindo el perro. Le va a hacer bien, ¿verdad? ¿Cuánto cuesta?

—Un millón. Pero vos sabés que para la felicidad de nuestro tontón, nada es caro. Además, que Lucas también aprenda a poner de su bolsillo, ahora que puede trabajar. Va a ser una buena enseñanza.

Al día siguiente, Joaquín llegó a su casa desde el trabajo con el cachorro de boyero de Berna. En cuanto Lucas lo vio, no podía creer la tremenda sorpresa que su padre le había dado.

Lucas empezó a llevarlo consigo a la radio, donde el perro fue bien recibido. Aunque con el correr de los días, esa alegría de tener al perro en la radio se transformó en insultos a medida que iba destrozando equipos.

Fue entonces que el director de la radio le pidió que dejara de llevarlo consigo. Pero el boyero, que era más inteligente que Lucas, se las ingeniaba para dominar a su amo y lograba que lo siguiera llevando al trabajo.

El problema para Lucas era lo difícil que se tornaba esconder un perro tan grande en un departamento como el de la radio. Apenas pudo hacerlo un día, con complicidad de sus compañeros, pero al siguiente lo encontraron y fue despedido. Un mes más tarde debió vender al perro, que ya no podía mantener.

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