Era el primer día de clases de tercer grado. Los y las alumnas no entendían de qué se trataba el nuevo formato: el salón no parecía un aula. No había pupitres, sino bancos como de iglesia, y tampoco había un pizarrón. Las paredes no tenían nada colgado, ni afiches ni carteles. La única mesa era la que pertenecía antes al docente del curso. Y sonaba un ruido de fondo, a máquinas que chirriaban y golpeaban.
Cuando todos estuvieron sentados, se presentó la directora seguida por una joven que no conocían.
—Buenos días, chicos, ¿cómo andan? Les quería presentar acá a Camila. Ella va a ser su acompañante formativa. ¿La saludamos? —sugirió con la cabeza algo ladeada hacia la derecha.
—Buenos días señorita Camila —contestaron a coro, pausado y casi partido en sílabas.
—No, perdón. Me olvidé de decirles —sonrió la directora—. No le digan señorita, porque no es maestra en realidad… Que te digan Camila está bien, ¿no? —le preguntó a ella, que asintió—. Bueno, así que los dejo acá con Camila. Bienvenidos y que tengan un lindo año —y salió por la puerta.
—Bueno —sonrió Camila frente al curso—. Espero que podamos llevarnos bien, que aprendamos mucho, ¿eh? Ya nos vamos a ir conociendo, pero antes, les quería poner el primer capítulo, la introducción al curso.
Camila caminó hasta el fondo, donde había un proyector sobre una repisa en la pared. Lo encendió y tocó algunos botones. Miraba desconcertada la pared y luego el aparato. Estuvo así unos cinco minutos hasta que, por fin, una pantalla blanca se proyectó en la pared.
—A ver… —dijo Camila y apretó otra vez algo del aparato—. No arranca. La puta madre. Qué poronga son estas cosas chinas de mierda que mandan.
—La seño dijo puta —dijo uno.
—Y mierda —dijo otra.
—No soy seño, recién terminé el colegio el año pasado —contestó Camila.
Intentó nuevamente dar alguna orden al proyector sin éxito, hasta que, después de resoplar enojada, apagó el aparato, salió del aula un minuto, y luego volvió a entrar con una caja grande.
—Bueno, chicos, como no pudimos hacer esa actividad, vamos a la segunda, que es más… analógica. Cada uno va a sacar de acá un casco de trabajo, y van a ir siguiendo el sonido de las máquinas, que es donde estaba el patio. Ahí van a ver que hay un tinglado enorme donde…
—¿Qué es un tinglado? —interrumpió un alumno.
—Allá te van a decir. Ahora vayan así ya les muestran cómo hacer la actividad. Tengan cuidado que hay cosas que cortan, eh.
Niñas y niños empezaron a sacar de la caja los cascos de seguridad industrial y se los colocaban antes de salir por la puerta siguiendo el sonido. Cuando quedaban los últimos dos alumnos, Camila los frenó y les dijo:
—Ustedes no. Van a ser los encargados de controlar al resto —y les dio dos palos que había dentro de la caja—. Ahora vayan, pero digan que son de control.
