224. Carreras de murciélagos

23 de julio de 2024 | Julio 2024

Después de que se aprobara el nuevo sistema de renovación de licencias de conducir, el doctor Laneri había organizado un negocio fenomenal. Por un lado, era él quien firmaba los certificados médicos que los solicitantes presentaban para probar su buen estado de salud y que sus licencias no caducaran. Y, además de los cincuenta mil pesos que exigía por su firma, también les proponía, a quienes tenían la visión disminutida, participar de las carreras que él organizaba y por las cuales levantaba apuestas.
El sistema era un tanto ilegal si se considera que no pasaban los parámetros de capacidad visual requeridas pero, en términos formales, los participantes contaban con la licencia exigida para circular por la vía pública, lo cual evitaba sanciones para el conductor.
Los campeonatos se organizaba cuando se juntaban diez participantes. Se realizaban cuatro carreras entre ellos, que se daban en distintas noches, para evitar accidentes. La primera se corría en la autopista Buenos Aires – La Plata, la segunda, en la autopista a Ezeiza; la tercera, en Acceso Oeste; y la última, en la Panamericana.
Cada pista tenía sus puntos de partida y llegada, y se asignaba un puntaje a cada corredor según la cantidad de kilómetros transitados (se consideraba lógico que no todos llegaran a destino), con distinto valor de acuerdo con su disminución visual. A Perico Rey, que era tuerto, cada kilómetro le valía cinco puntos, mientras que a Casimiro Gómez, que tenía cataratas, se le asignaban ocho puntos por kilómetro. De esta manera, el sistema hacía igualar las condiciones entre los competidores.
Lo que no podía remediarse, y eso Laneri lo avisaba de antemano, eran las diferencias existentes entre los autos de los participantes. Además, en caso de haber multas, el pago quedaba a cuenta de cada corredor infractor.
Laneri tuvo tanto éxito gracias al placer por el consumo morboso que, en poco tiempo, instaló cámaras fijas y levantó drones para transmitir la carrera en vivo mediante un sitio en la deep web. Así logró incrementar la audiencia y las apuestas al punto de volverse rico. Fugaba las ganancias en dólares al exterior y se fue a vivir a un paraíso fiscal, mientras algunos colaboradores se encargaban de que el negocio continuara dando frutos.
Hasta que, una noche trágica, en la primera fecha de un torneo, cinco de los diez participantes eran prácticamente ciegos y fallecieron en un choque en cadena a la altura de Sarandí. Ese fue el fin de las carreras y el principio de una vida para Laneri, dedicada a la vagancia en la riqueza y lejos de la medicina, con un nuevo documento comprado en Islas Caimán.

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