La familia Robles llegó a Tilcara desde Mendoza con la idea de vivir e instalar una pequeña bodega que les permitiera producir vino y aguardientes de orujo, además de comidas típicas regionales que no sabían preparar y apenas habían probado. Para ellos era casi un salto al vacío. Buscaban abrir un mercado nuevo en una región casi virgen de viñedos donde el turismo les garantizara la subsistencia. Llevaban nada más que la herencia que Mercedes había recibido de su padre y los conocimientos de Fabio, que trabajaba en una bodega mendocina.
Los primeros años serían duros. La inversión les daba una base apenas para aguantar hasta la primera producción de vino, que debían complementar con otros trabajos que consiguieran.
El problema fue que no contaban con que Andrés, su hijo mayor, que ya tenia dieciseis años, quedara maravillado con el mercado municipal del pueblo.
Aunque podría creerse que viniendo de una aglomeración como el Gran Mendoza no generaría tanto asombro, para Andrés, el mercado era un lugar mágico. Todos los días pasaba y compraba algo, ya fueran papines, algún tipo de maíz en diversas formas, comida hecha o chucherías de cualquier tipo.
Llegó a ser apodado «El Príncipe Gringo» por la gente de los puestos y cada tanto ligaba de regalo algún pastel de queso con una taza de api. Y él era feliz sin saber que lo llamaban gringo.
Hasta que llegó el día en que Mercedes y Fabio notaron que la billetera de los ahorros en efectivo estaba mucho más flaca y era evidente que Andrés pasaba sus días regando de billetes el mercado y a las familias del pueblo que allí trabajaban.
Entonces escondieron la billetera en un lugar que Andrés jamás encontró y le prohibieron volver a «tirar plata en el mercado», como si no aprovecharan también esa fruta, verdura, abrigos, y cualquier otra cosa que él llevaba a la casa.
Luego de eso, y debido a la complicada situación económica que atravesaba el país, el mercado empezó a caer en picada. Uno a uno fueron cerrando los puestos hasta que no quedó ni uno. Peor aún, las familias que tenían puestos en el mercado tampoco pudieron volver a abastecer los puestos de la feria de la plaza y el pueblo entero cayó en la desgracia y la miseria.
