222. Arco de triunfo

21 de julio de 2024 | Julio 2024

¿Cómo olvidarse la tarde en que se definía el torneo regional de las alturas? A la final habían llegado los equipos de San Francisco y San Lucas, dos pueblos tan hermanados en su historia como enfrentados en el césped. Había tanta ambición por parte de ambos bandos que se esperaba un encuentro peleado.
Afuera, en las gradas, los hinchas de cada pueblo se cantaban e insultaban como si hubiera más de una cuadra de distancia entre ellos, alambrados y operativos policiales que evitaran su cruce. Sin siquiera haber sonado el pitazo inicial, ambas hinchadas se habían acordado de la familia del árbitro, al cual conocían, dado que también era de un pueblo vecino.
Esa tarde, la gente de San Francisco ponía todas las fichas en el Cóndor Villella, el enganche del equipo, que venía de hacer dos goles en la semifinal.
Cuando el partido arrancó, el Cóndor recibió la primera pelota y, en lugar de atacar al arco rival, empezó a correr hacia su propia área. Como sus compañeros veían que no la pasaba y encaraba contra su propio arquero, el Pájaro Salinas, que jugaba de defensor, le quitó la pelota de un guadañazo y lo retó:
—¿Qué hacés, cabeza de burro? Vas a ayudar a los otros —dijo después de pasársela a un compañero que la revoleó.
La pelota le cayó al Cabra Ochoa, delantero de San Francisco que, sorpresivamente, también empezó a correr contra su propio arco, y fue el Taruca Liañes, mediocampista, quien cortó su carrera.
No habían llegado a los cinco minutos de juego que los jugadores del equipo de San Francisco se estaban dando tremenda murra entre ellos, al punto tal que los de San Lucas no jugaban. Se quedaron parados para ver qué sucedía en el conjunto rival, mientras ni siquiera el técnico de San Francisco sabía qué hacer para cambiar el futuro del equipo.
El árbitro tampoco sabía cómo actuar. No podía cobrar falta, porque se peleaban entre compañeros. Entonces, disimuladamente se acercó al técnico para sugerirle cambiar jugadores, pero no había más que dos hombres en el banco y en la cancha eran cinco contra cinco casi a las piñas y el arquero que intentaba calmar las aguas a los gritos desde el área.
Así duró hasta el minuto diecinueve, momento en que casi todos los jugadores de San Francisco tenían sangre en los rostros y camisetas. El árbitro dio por finalizado el partido y el título de campeón se lo llevó San Lucas.

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