209. La tercera es la vencida

6 de julio de 2024 | Julio 2024

En un primer instante, al Toro Schneider le pareció un milagro que lo volvieran a llamar. Era el club de sus amores, y él estaba dispuesto a dar todo por volver, incluso jugar gratis unos meses. Lo que le importaba era cambiar la imagen que había dejado. Redimirse frente a los que le habían dado su apoyo. Habían sido tan malas sus etapas anteriores que había perdido amigos y familiares que a esa altura lo veían como un yeta, alguien para tener lo más lejos posible.

Su primer paso por el Club Libertad y Desamparo había sido al principio de su carrera, dentro de un equipo que se percibía a sí mismo como candidato para pelear un título y terminó yéndose al descenso, de la mano de un fútbol descorazonado. Fue tal el desastre que los hinchas protestaron con bronca y la policía reprimió hasta matar a tres de ellos.

El equipo se tuvo que ir refugiado, a escondidas, repartidos en varios vehículos. Schneider, igual que la gran mayoría de los jugadores, consiguió irse a un club chico de otro país, donde no lo pudieran encontrar. Ahí jugaba para sí mismo, no le importaba campeonar, pero sí los contratos altos.

Años más tarde el Libertad y Desamparo armó otro equipo y lo convocó. Hubo algunas miradas de refilón, pero su hinchada pensaba que esta vez sí se daría su momento de gloria. El club estaba mejor que antes, el equipo parecía tener una buena chance. Después de algunos minutos de alegría para su hinchada, se dedicó a pelearse con sus propios compañeros y empezó su caída. No aguantó ni una pelota más, no metió un solo gol.  Volvió a huir logrando salir del club antes de que terminara el contrato.

Por eso, aunque le pesaba en la conciencia no poder ser el goleador que rompiera los récords del club, se sorprendió cuando recibió el llamado para volver. Claro, después de pensarlo un segundo, entendió que los dirigentes del club eran los mismos de siempre, nada más había cambiado el presidente, mientras los que lo habían convocado en anteriores oportunidades aún estaban haciendo de las suyas.

El nuevo equipo se había armado con el descarte que otros dejaban y algunos jóvenes de inferiores que restaban más que sumar, por eso necesitaban uno que se sintiera identificado con la camiseta.

Cuando cortó el teléfono, el Toro Schneider fue a su habitación y sacó del cajón la primera camiseta que había usado en el club. Libertad y Desamparo volvía a tener a su delantero. Ese que siempre ahuyentó a la suerte y fue un fracaso, no solo para su hinchada, sino para todo el fútbol.

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