Cuando sonó su celular, Tomás estaba atendiendo a los pacientes que llegaban a la recepción del sanatorio, desde donde los derivaba a los consultorios correspondientes. Vio que el llamado entrante era de Andrea, su madre, y cortó. Siguió con su tarea y se repitió la entrada del llamado. Una vez que terminó la gestión con la paciente que estaba frente a él, escribió un mensaje donde informaba a su madre que no podía atenderla, que estaba en el trabajo. Como volvió a llamar, Tomás se preocupó y le dijo a su compañera que iba al baño.
—¿Qué pasa, mamá? Estoy en el laburo —saludó Tomás en su camino al baño.
—Hola, hijo —el sonido ambiente de Andrea era de un espacio al aire libre, y se escuchaban autos y camiones—. Estoy acá a un costado de la ruta. Se me quedó otra vez este auto de mierda —y se escuchó una patada a la chapa.
—¿Qué pasó ahora? —contestó Tomás susurrando, ya dentro del baño.
—Qué sé yo, esta mierda no anda más —reforzó la “r” en la palabra mierda—. Es el pelotudo de Alejandro, que no sé qué carajo toca cada vez que lo llevamos, pero no arregla nada —Andrea estaba a los gritos pelados.
—Bueno, ma… yo estoy trabajando, no puedo ir.
—No, no, no —se apuró a contestar Andrea—. Yo ya le avisé al estúpido de tu padre, que ahora viene. Pero me dijo que antes lo pasaba a buscar a Alejandro para que venga él a reparar el tema. Yo le dije que no quiero que toque más el auto ese tipo —Andrea dejaba notar su ira—. Y yo tengo una reunión en Cañuelas. Tu padre no entiende que solamente él se jubiló, yo no.
—Bueno… ¿Y en qué va a buscarte?
—En la moto, ¿en qué va a venir? Haceme el favor de llamarlo a ver si lo convencés de que no venga con el imbécil de Alejandro; que venga solo él y me lleve hasta Cañuelas, que después vemos el tema del auto —justo entonces se escuchó un bocinazo de camión—. ¡La puta que te parió, forro, vení, bajate! —se escuchó gritar a Andrea—. Estoy que hiervo, llega a venir Alejandro y se queda sin huevos, así nomás, te juro. Decile eso a tu padre a ver si lo convencés, por el amor de Dios.
—¿Y por qué insiste con Alejandro?
—Por boludo, ¿por qué va a ser? Yo le dije que puede ser su amigo, pero no es buen mecánico. Y él dice que sí, que es el mejor… ¡Hizo un curso por YouTube el hijo de puta! ¡Dios santo, estoy rodeada de estúpidos! —se indignó nerviosa.
—Pero lo debe decir en joda —suavizó Tomás.
—No. Lo dice en serio… que en la teoría la tiene más clara que el resto de los mecánicos y no sé qué carajo más. Yo lo escucho hablar a Alejandro y no tiene sentido lo que dice. ¡Y ya le vengo pagando hace un año por arreglos mal hechos!
—Bueno, ahora lo llamo, ma… —se resignó Tomás.
—Gracias, Tomi. Ah, y escuchame… una cosa. Esto entre nosotros. Te llega a decir eso de que Alejandro es el mejor y avisame. Yo me divorcio. No le digas a él. Pero me-di-vor-cio —y como Tomás no dijo nada, Andrea suavizó el tono y cerró—. Gracias, hijito, te quiero mucho. Disculpame la molestia.
