Cuando Camila entró al aula de sexto, su grado, y encontró a Lautaro, de séptimo, revisando la mochila de Lucas, se quedó unos segundos en silencio, cosa de asegurarse de que era cierto lo que veían sus ojos. Lautaro no era amigo de Lucas ni mucho menos. Casi podría decirse que eran enemigos; por eso le pareció raro a ella. Era imposible que Lucas lo hubiera mandado a buscar algo para él durante ese recreo.
—¿Qué hacés? —preguntó ella, después de acercarse unos pasos.
—¿Qué hacés acá? —contestó Lautaro.
—Vine a buscar una tiza para la rayuela… ¿Vos?
—Acá es donde Lucas guarda la plata para comprar en el bufet —contestó Lautaro.
—Sí, ya sé. Por eso… ¿vas a sacar? —preguntó Camila que tenía una forma de hablar como si todo el tiempo tuviera una intriga.
—Sí, ¿por? —contestó Lautaro, sacando un puñado de billetes.
—No, que… ¿te hizo algo Lucas?
—No… —dijo Lautaro, ordenando los billetes.
—Ah. Sacarle la plata a él se llama hurto, ¿sabías? Es como robar. Me contó mi papá.
—Ah, ¿sí?
—Claro… y ahora que sabés, ¿lo vas a hacer igual? —Camila levantó las cejas.
—Sí, me chupa un huevo cómo se llame —resolvió Lautaro y se levantó.
—Ah, está bien, solo… eso, que sepas —Camila contestó con la cabeza inclinada hacia un hombro.
—¿Me vas a delatar?
—No sé qué es eso.
—¿Le vas a decir a alguien? —dijo Lautaro frente a ella.
—Ah, no. No… Seguí con lo tuyo. Lo único que te pido es que no me saques a mí de mi plata. Igual no tengo casi nada —mintió Camila que le había sacado más plata a sus padres sin que se enteraran.
—Bueno. Entonces andate así veo si le saco a alguien más. Prometeme que no vas a hacer nada, eh.
—No digo nada, en serio —juró ella besándose un índice primero vertical y luego horizontal a la boca—. Pero vos me tenés que regalar un alfajor mañana.
—Trato hecho —contestó Lautaro y chocaron sus manos para sellar el acuerdo.
