200. El precio de una vida

27 de junio de 2024 | Junio 2024

Cuando la ministra llegó a la reunión pactada, lo primero que recibió fue la seriedad absoluta del rostro del presidente. Sin siquiera saludarla, se limitó a preguntar si había ido sola y, ante la respuesta afirmativa, contestó que, sin fotógrafo, él no se reuniría, y que tenía mejores cosas que hacer. Dio un portazo y se encerró en su despacho a revisar sus redes sociales. Así estuvo la hora y media hasta que golpearon su puerta, luego de la llegada del fotógrafo.

Recién entonces se asomó a la puerta a cotejar que estuviera presente el hombre de la cámara y, sin quererlo, dejó ver que no tenía puesto el pantalón. Volvió a cerrar la puerta y luego salió completamente vestido. Entonces, preguntó ofuscado:

—¿Por qué es la reunión? —preguntó el presidente y se sentó a la mesa.

—Por el chico que desapareció… No hay novedades y es noticia veinticuatro horas en todos los medios —contestó la ministra.

—Bueno. Mejor, digamos, que hablen de eso y no anden con esas pavadas de que el cepo esto, que las reservas aquello… —agitó una mano.

—Sí… Nosotros ya hicimos todo lo posible. Mandamos policía, mandamos peritos, yo me reuní con la jueza federal que ahora está a cargo de la causa, ofrecimos una recompensa a los…

—¿Recompensa? —interrumpió el presidente—. ¿De cuánto?

—Cinco millones de pesos.

—Son veintitrés jubilaciones mínimas según el valor desde julio —el presidente se veía enojado, pero en realidad estaba pensando con la mirada en la mesa—. ¿No hablaste con los policías provinciales? Ellos deben saber dónde está, y nos quedamos con los cinco millones nosotros.

—Sí, pero no quieren cantar… El jefe de la policía dice que el nene ya debe estar afuera del país.

—Ah, entonces… —seguía con su expresión de enojo sin levantar la mirada—. Yo creo que puedo llegar a comprarlo… o sea, digo, a conseguir alguna información que nos ayude —y sonrió macabro.

—Igual, una sugerencia nada más —la ministra mostró la palma de su mano derecha en el aire—, lo mejor es que aparezca después de que se vote la ley en Diputados —y agregó una mueca socarrona.

—Por eso no hay problema. Ya está solucionado —desestimó el reparo de la ministra—. Pero… lo que me enloquece es que lo vamos a terminar pagando nosotros para devolverlo y el que lo vendió ya hizo su negocio. Que, digamos, si quieren vender a su hijo, o sea… —titubeó sin terminar la frase.

—Sí, solo que la sociedad no está preparada todavía para algo así. Además, si llega a aparecer, a lo mejor, el próximo gobernador de la provincia lo ponemos nosotros —sugirió la ministra.

—Me convenciste —contestó el presidente después de achinar los ojos y pasear la mirada por la oficina—. Voy a llamar a un amigo a ver si sabe algo —dijo y después de tocar un par de veces su celular comenzó una conversación—. Jair, meu amigo, ¿tudo bem, tudo legal?…

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