“Racing Club es el equipo con más títulos de la Argentina” titulaba el diario de mayor tirada en el país, que con un recuadro en la tapa reproducía lo que el cuadro de Avellaneda había anunciado, literalmente, con bombos y platillos en la sede. El club, además, había preparado el terreno para dar la noticia días antes mediante una campaña en redes sociales que sembró la intriga en todos los amantes del fútbol.
El presidente del club había conseguido años atrás, mediante una gestión a pura insistencia, labia y algo de apoyo del poder político con billetera en mano, que se contabilizaran como válidos los nueve títulos obtenidos por el club en la era del fútbol amateur. En aquel entonces, a veces, los partidos no se disputaban porque algún equipo no podía reunir los once jugadores.
Con el reconocimiento de los títulos amateur, Racing se anotó nueve títulos más, duplicando sus conquistas, que pasaron a ser a dieciocho.
De esa manera, cuadros ya inexistentes como Alumni, cuya última participación en un torneo fue en la temporada 1911/12, alcanzaron los diez títulos nacionales, al igual que Vélez. Así como Lomas Athletic alcanzó a Newell’s y Estudiantes de La Plata.
Pero esta nueva medida, de autoproclamarse ganadores de ciento treinta y dos títulos nuevos, era demasiado. Al parecer, el club quería garantizarse ser el que tuviera más títulos desde ahora y hasta la extinción del ser humano, cosa de, en todo caso, perder el primer puesto recién con la siguiente especie dominante que desee jugar a la pelota.
¿Cómo era posible que se le reconocieran tantos títulos? Los medios acusaban que la AFA, aquella institución reconocida a nivel mundial por haber vestido a los dos mejores jugadores de la historia del fútbol y por haber tenido como resultado un empate en treinta y ocho votos en una elección de setenta y cinco votantes, volvía a protagonizar un escándalo.
Pero no era así. La tan noble asociación de fútbol salió a decir que ellos no tenían nada que ver. Y era cierto.
Lo que en realidad sucedía era que el presidente de Racing había obtenido documentos guardados por los descendientes de los hermanos Viazzi, de los cuales uno fue fundador del club, y el otro, wing del equipo entre 1913 y 1918. En ellos, se consideraban como campeonatos varios torneos relámpago de una o dos tardes en diversos potreros de la Ciudad de Buenos Aires y sus alrededores, contra equipos de barrio, a veces, formados en el momento.
Nada más faltaba quién reconociera esos títulos. Entonces el presidente del club encontró que en la IGJ aún seguía registrada la Argentine Football Asociation, vigente desde 1903 hasta 1912, y cuyo titular, Aurelio Marcovecchio, de 104 años, era hijo del histórico delantero.
A pesar de su senilidad, el presidente de Racing logró que Aurelio firmara el reconocimiento de los torneos y, como para no perder tiempo, difundió por todo el mundo la noticia de que el club era el máximo ganador del fútbol argentino. Además, dispuso el envío de cargamentos de camisetas de Iván Pillud, el hombre con más títulos en la etapa profesional, a todos los países del futboleros.
La AFA, por su parte, salió a rechazar la validez de los títulos invocados por Racing, y el club fue suspendido de la competición. De cualquier forma, al presidente no le importaba. Según él, ya eran los máximos ganadores de la historia, ¿qué importaba perderse un par de torneos?
