185. Intereses inconfesables   

13 de junio de 2024 | Junio 2024

I.

Bautista no recordaba haberse sentido tan triste en sus trece años. Estaba sentado al fondo del patio, junto al mástil, desde que había pedido salir al baño, diez minutos antes de que comenzara el recreo. Tenía la mirada clavada en el suelo y una seriedad inquebrantable. Cuando sonó el timbre que anunciaba el primer recreo de la mañana, sabía que tenía que enfrentarse a lo que estaba evitando: su novia Maitén.

Ella se acercó hasta él e intentó, con la misma ternura de siempre, colgarse de su cuello y besarlo, pero él la rechazó.

—Tengo que decirte algo —dijo Bautista sin mirarla y unos segundos después se completó—. Nos tenemos que separar. Me voy a ir a vivir a Europa.

—¡¿Qué?! ¿Por qué? ¿No te gusto más? —se alteró Maitén, a quien todavía no le habían roto el corazón.

—Porque… ¿viste mi mamá? Bueno, le ofrecieron un trabajo mejor y aceptó, y ni nos preguntó ni a mí ni a Vicente —contestó Bautista.

—¿Mejor? ¿Pero ella no era senadora? ¿Hay mejor que eso? ¿No podés quedarte?

—Sí, no sé, creo que es porque con esto de que se acabaron los curros en el Estado hay más plata para estas cosas… algo así —y dejó sin contestar la última pregunta, derrotado.

—Claro, por lo de los tostados y las medialunas de la Casa Rosada —afirmó Maitén, genuina, sin ironía—. ¿Cuánto tiempo te vas a ir?

—No sé, espero que poco. Te voy a extrañar —cerró Bautista, que hasta ese momento no la había mirado a los ojos, y la besó.

Se abrazaron el recreo entero, y se escondieron para faltar a clase y seguir abrazados la hora siguiente. Después de la escuela, se fueron al Lago Lácar, a mirar juntos la tarde pasar sobre el agua.

II.

—No, no, no. Les juro, estoy chocha. No caigo, todavía no caigo —dijo la senadora con una copa de champagne en su mano, rodeada de sus tres amigas que se habían reunido a festejar su nuevo destino.

—Qué bien, amiga, te lo re merecés —contestó la de chalina verde agua—. Además, ahora vas a poder cumplir tu sueño de trabajar para representar al país como siempre quisiste.

—Sí, bueno, no sé si tanto… con que me den la plata y estar en Europa, ¿viste…? No pedimos más —se rio—. Igual, no, chicas, lo que más me importaba era por mis hijos. Poder sacarlos de este país de mierda, cada vez peor va a ser… Y sobre todo a Bauti —se tildó un segundo, respiró hondo y paseó la mirada por el salón como si masticara sus próximas palabras—. Se puso de novio con una mapuche, una negrita… y quiero como… salvarlo, digamos, no sé. Ya le intenté hablar, pero no me dio bola. Así que bueno, con esto… —y sonrió.

—Nena, le decís que no salga con esa, y listo, qué tanto escándalo —sugirió la rubia vestida de hippie con ropa importada.

—Bueno, nuestra amiga lo resolvió de la mejor manera. ¡Dos pájaros de un tiro! —acotó la de camisa a rayas, bañada en perfume—. ¡Salud!

—¡Salud! —brindaron una vez más.

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