Eliana intentó contener las lágrimas todo lo que pudo, ya había cortado sus palabras un par de veces para respirar y tragar la piedra que tenía en la garganta. No tenía tanta confianza con su psicóloga; había empezado terapia hacía poco. Pensó que traicionaría a su hijo al hablar de estas cosas con una desconocida. Y, un instante más tarde, en que estaría traicionando a su bolsillo si no le decía a la terapeuta lo que la hacía infeliz. Juntó fuerzas, dejó brotar las lágrimas y empezó:
—Es que… estoy mal por Dami. Le hicimos la fiesta de cumpleaños est… —se interrumpió, miró al techo y se secó los ojos con un pañuelo—. No vino nadie. Pero nadie, nadie. Dos chicos… Dos tarados, que no entiendo por qué Dami es amigo —la voz le salía quebradiza, aguda, y las palabras, atropelladas sobre sí mismas—. Se llaman Ramiro y Santiago. Para mí que son amigos nomás para sacarle cosas. Se aprovechan.
—¿Dónde fue el cumple? —preguntó Laura, la terapeuta.
—En una canchita de fútbol —dijo Eliana y se sonó la nariz.
—Por ahí estaba en un lugar complicado de llegar… —sugirió Laura, mostrando exageradamente un perfil de su rostro.
—No. Para nada. Pablito y Lisandro llenaron esa cancha varias veces. Está cerca de la escuela, es fácil estacionar y todo. Encima en el grupo de chat se hicieron todas las boludas. Todas inventaron algo media hora antes. Me enferma —Eliana se veía resignada.
—¿Y Damián cómo estaba?
—Partido al medio… —hizo una pausa, miró al costado y se cubrió la cara con el pañuelo. Después, con la vista en el suelo, balbuceó—. Pobre nene, le hacen mierda el futuro estos hijos de puta.
—¿Por qué pensás que no fueron los compañeros?
—Y… es medio difícil él… Es de pegar, de robar, no comparte nada. Pero tampoco es para tanto, es un nene nomás, por Dios —Eliana se apuró a justificar a su hijo.
—¿Y no te dan ganas de saber por qué Dami se comporta así?
—No, qué sé yo… Es un chico, los varones son así. Lo que quiero es que tenga una fiesta linda y que se divierta. Que juegue a la pelota, que meta goles —se le iluminaron los ojos detrás de la humedad—. Pero bueno… a Eugenio ahora se le ocurrió algo para zafar. Vamos a… —esnifó— invitar a un festival por la década y el mes, una cosa así. Algo que se entienda que es porque festejamos que Dami tiene diez años y un mes. Pero es festival. No es su fiesta de cumpleaños.
—¿Y en qué consiste el festival? —preguntó Laura.
—Es como lo mismo que el cumple, pero en una quinta… y vamos a invitar a un montón de gente. Como para que vayan igual, a lo mejor porque va otra persona a la misma fiesta. Una cosa así. Total, después ponemos animadores que hagan que se note que es una fiesta de Dami y repartimos algunos regalos a invitados para que traigan como si le regalaran ellos a Dami por su década y mes y listo.
—¿Y te parece que va a funcionar? —dudó Laura.
—Éxito rotundo. Confío. Confío —asintió fuerte.
