162. Pendejo malcriado

21 de mayo de 2024 | Mayo 2024

Todavía me acuerdo de Vanina y me gusta, aunque en mi recuerdo sea una nena. Lo último que me dijo fue que en mi casa no se conocían los modales. Es cierto que no nos educaron para darle mucha relevancia a esas cuestiones, pero en general somos gente decente. Salvo Jero, que es bravísimo. Él fue quien nos hizo la fama por la que nos terminaron echando de la ciudad. Nos sacaban todo, así como si nada ante nuestros ojos, y ¿qué podíamos hacer? Nada. Viéndolo ahora, creo que tenían razón.

Yo tendría trece años, todavía jugaba a las muñecas con Vanina y nos dábamos algún beso, en esa transición a la adolescencia. Jero tendría nueve o diez cuando le gritó a la mamá de su amigo Marcos que era una puta porque no le sirvió otra milanesa antes de terminar la que tenía en el plato. El padre, sin poder contenerse, le dio vuelta la cara de una cachetada como si se tratara de su propio hijo. No se arrepintió. “En mi casa se respeta”, le dijo. Llamaron a mi papá para que lo fuera a buscar. Se reían juntos en casa.

Papá no le daba bola a Jero. Mi vieja, mi hermano Pedro y yo no sabíamos cómo reaccionar ante sus locuras. Nos reíamos. Era divertido ver un nene insultando, nos hacía reír, aunque me acuerdo que tuve que forzar la risa algunas veces. Y también hacía sus maldades.

El último año nuevo lo había pasado a pura puteada contra cada familiar en la fiesta, al mismo tiempo que tiraba la comida de los demás invitados al suelo, volcaba las bebidas o se alejaba para revolear objetos hacia las fuentes como si jugara al básquet. Menos mal que tenía mala puntería. El tío lo hubiera matado.

Era ese lío de nene que cree que el mundo es como él quiere y que puede andar así por la vida. En casa le decíamos que era fuerte lo que decía, pero no le íbamos a decir que no lo hiciera, si era un chico nomás.

Y a partir de esa noche en que la madre de Marcos escuchó un mequetrefe de nueve años decirle puta, la imagen de mi familia se desmoronó en, prácticamente, todos los ámbitos sociales. La ciudad es chica, todos se conocen. El revuelo que se armó contra Jerónimo no tenía precedente.

Los primeros que lo discriminaron fueron los del club. Después, los de la escuela, donde en realidad ya tenían guardadas las ganas de echarlo desde hacía bastante y estaban esperando el momento indicado.  

Pero lo peor era que nadie compraba en el negocio de papá. Nos empezamos a quedar sin ingresos y marginados. Entonces Jerónimo, al que todos los amigos le daban la espalda, se escapó una noche con una gomera de Pedro y reventó ventanas en todas las casas que pudo hasta que lo agarraron. Lo trajeron de los pelos y empezaron a saquear nuestra casa. Mezcla de querer cobrar los daños y de expulsarnos.

Vanina estaba con su familia en la puerta de casa durante el saqueo. Me acerqué para abrazarla. Yo lloraba y ella me rechazó. Me quise pelear con Jerónimo y mamá me retó, dijo que él era así. Aunque nos haya arruinado el futuro de la familia, mi viejo no lo retó, y siguió sin darle bola como siempre.

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