153. Construcción identitaria

11 de mayo de 2024 | Mayo 2024

Como pasa en la mayoría de los casos, salvo excepciones recientes, la vicepresidencia es ocupada por una persona afín al espacio político que gobierna y con alguna capacidad política útil como llegada a determinado sector o contactos importantes, pero sin la posibilidad de disputar la escena a la presidencia. En el caso de la Nueva Era, la vicepresidenta tuvo, desde el día cero de gobierno, la perspectiva de que un día podría ser ella la que ocupara el sillón de Rivadavia debido a las propias falencias del presidente. Solamente le faltaba el carisma y el apoyo.

Por eso, convocó a una reunión con Viviana, su asesora personal de imagen, y Emilio Eduardo, su primo multifuncional dedicado a redes y campañas, especialista en adaptar canciones de cancha.

—Mirá, Vicky, si querés ser un día la presidenta… —empezó Viviana, que era la única parada en la oficina, al lado de un pizarrón vacío.

—Presidente —corrigió ella con el índice derecho en el aire.

—Sí, eso, presidente. Tenés que tener identidad propia. Así como hay peronsita, kirchnerista, comunista, fascista…

—¡Sí, esa! —interrumpió Victoria cuando escuchó la opción ganadora.

—Está mal vista, Vic —contestó Viviana con una mueca de lamento—. Tenemos que encontrar un nuevo término. Algo que sea solamente tuyo.

—¿Villaurruelos?

—¡Oh, yo soy villarruelo, los milicos, yo defiendo! Ooh… yo soy villarruelo… —empezó a cantar Emilio Eduardo agitando un brazo.

—Pasa que… —lo cortó Viviana con una mano en orden de detención—. Es un poco fuerte la canción, y muy masculina. Algo que pueda ser más adaptable sin que sea “villarruelo” o “villarruela”, que sea una sola palabra.

—¿Villarruelista? —sugirió Victoria.

—Escuchen, corran la bola, villarruelistas somos todos desde ahora; ya van a de-saparecer, esos zurditos que ahora vamos a correr; tengo el centro clandestino, la picana preparé, a los putos de los zurdos… —cantó Emilio Eduardo hasta ser interrumpido por Viviana.

—No, bueno. Me parece que hay que ir por una construcción más propia y no tan…

—¡Pero estaba buenísima la canción! —se quejó Victoria con un tono aniñado y Emilio Eduardo se rio mientras asentía.

—Sí, está bárbara —concedió Viviana—. Pero todo lo que termina en “ista”, a la larga, es malo. Yo sugiero buscar algo que sea más… genérico y novedoso.

—¿Villarruelines? —Victoria achinó los ojos—. Además, es como para niños, algo ya destinado a la juventud, ¿no?

—Es la hora, es la hora; es hora de gobernar; todos los villarruelines, el golpe vamos a dar; y dale, dale Villarruel, oh, oh, oh… —cantó Emilio Eduardo mientras Victoria bailaba en su silla sin levantarse y acompañándolo en los coros.

—¡Fantástica! ¡Sos un genio, Emilio Eduardo!

—Bueno, vamos con esa —concedió Viviana con algo de resignación y Victoria aplaudió con una sonrisa tan grande que se le escapaba de los cachetes.

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