142. Educación eficiente

1 de mayo de 2024 | Abril 2024

Las cuentas del Estado no cerraban. Entre todo lo que se iba para el pago de deuda, de coimas, compra de aviones y los sueldos de algunos funcionarios que se habían los subido a niveles estratosféricos, se había acabado la plata y desde presidencia habían pedido a algunos ministerios reducir sus gastos. Para el caso, un área apuntada era la de educación, donde el Estado no invertía tanto como para crecer, pero al gobierno le resultaba poco interesante. Tanto que sus seguidores hacían campaña con la consigna “quien quiera un docente que se lo pague”.

La ministra, una absoluta ignorante en términos de proyecto educativo pero muy buena para acomodar muebles y espacios de su hogar, decidió encargarse ella misma de conseguir la mayor eficiencia posible en el servicio educativo. Para eso, recorrería cada establecimiento educativo para reestructurarlo y hacer que los subsidios o gastos del Estado nacional se acomodaran.

No haría sola su tour educativo, sino que iría acompañada de dos anotadores: empleados nuevos que se encargaban de tomar nota de sus apreciaciones. Hubiera sido conveniente llevar otros asesores, funcionarios o empleados, pero habían sido despedidos.

En la primera escuela que visitó fue recibida por la directora, que, a pesar de tener diferencias políticas, la trató con mucho respeto desde su llegada, y la invitó a conocer el edificio, los métodos de enseñanza y hasta le ofreció dirigirse a los alumnos en el salón de actos o en el patio, pero la ministra rechazó la propuesta con algo de asco en su expresión.

—¿Cuántos chicos hay acá? —preguntó la ministra asomada a la ventana de un aula.

—Esto es 2° B, si no me equivoco son veintisiete.

—¿Veintisiete? —se sorprendió la ministra—. No, claro, pero acá te entran muchos más chicos en el aula. Mirá todo el lugar que hay. Hasta tres veces esto te entra —uno de sus acompañantes anotó sus palabras.

—¿Cómo? No… ¿Tres veces? —la directora no entendía.

—Y sí, acá… Entremos y te muestro —dijo y, sin golpear, abrió la puerta y entró interrumpiendo a la maestra—. Buen día —sonrió—. ¿Qué tal, seño? Buen día, chicos.

—Chicos, ella es la ministra —la presentó la directora—. Vino a ver cómo está la escuela.

En dos minutos, los niños se habían convertido en empleados de una empresa de mudanza y acomodaban los bancos pegándolos uno al lado de otro, eliminando lo que antes eran pasillos. Luego la ministra pidió al alumno más alto que se parara contra la pared, como para calcularle la altura y resolver que podía hacerse un entrepiso donde cabría otro montón de estudiantes.

Después reacomodaron todo como estaba en un principio y la ministra quiso ver cómo era la clase. Escuchó unos quince minutos a la maestra enseñando sumas y restas y la interrumpió:

—Sos muy buena, atrapás la atención de la clase, ¿eh? ¿Alguna vez pensaste en ser youtuber?

—Eh… no —contestó la maestra.

—Estamos por armar un formato de home teaching que sirva para los que no pueden venir hasta la escuela. Pondríamos cámaras acá que transmitan en vivo y te pueden ver desde la casa. Hay que armar un sistema de autoevaluación… o no, qué sé yo, veremos. ¿Te animás?

—Sí, bueno… Calculo —contestó la maestra buscando refugio en la mirada de la directora que no podía más que expresar preocupación.

Una vez fuera del aula y tras caminar por un corto pasillo salieron a un espacio abierto, donde reinaba la paz.

—¿Qué es este espacio todo sin usar? —preguntó la ministra.

—Es el… el patio —contestó la directora, para la cual era evidente que era un patio si había arcos de fútbol, rayuelas dibujadas en el piso y no había techo.

—¿Patio? —se rio la ministra y miró a un anotador—. Pero que jueguen en la casa, pobres chicos. O que vayan a la plaza, no sé. ¿A quién se le ocurre amontonar estudiantes de primaria a correr y jugar acá? Es una locura. No solo por el hecho de que no hay árboles, sino por el espacio que desaprovechan durante todas estas horas. Es más, te voy a traer los de la escuela que está acá a la vuelta, ¿ubicás? —achinó los ojos—. No me aprendo los nombres todavía, acá llegando a la avenida… Lo que sí te voy a pedir, fíjate si llegás a conseguir un techo por si llueve. Si no, bueno, no pasa nada. Ah, y van a venir todos los docentes y administrativos de allá, te aviso ahora así van ya empezando a prepararse.

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