Cuando George Brown descubrió que podía viajar en el tiempo con la aspiradora de mano que había fabricado con tal de no comprar una, y apareció en su casa el día anterior al que había accionado el botón, tuvo una crisis nerviosa. No estaba preparado para que la máquina se tragara un día mientras él aspiraba las migas del sillón. Para su fortuna, logró volver rápido a su línea temporal. La máquina tenía función de aspirado y soplado y no tuvo más que probar con el botón de soplado para regresar.
Le contó por mensaje a un amigo. Le dijo que quería guardarlo en secreto, como para tomar la mejor decisión al respecto. Una hora después, los servicios de inteligencia se presentaron en su domicilio y, amablemente, lo obligaron a acompañarlos hasta las oficinas centrales de la CIA junto con su aspiradora.
George estuvo secuestrado e incomunicado hasta que dos jefes del FMI se presentaron en la habitación de interrogatorio donde lo habían dejado. Le anunciaron que su vida acababa de cambiar para siempre y que ahora tenían una nueva tarea para él. Debía viajar en el tiempo hasta el siglo XIV, probablemente al año 1320, pero antes de Cristo, y dirigirse al Monte Sinaí para encontrar a Moisés y entregarle los mandamientos que los directivos del siglo XXI d.C. querían imponer con retroactividad.
George se negó rotundamente y dijo que él ofrecía su aspiradora para que fuera otra persona. Le contestaron que no querían que se difundiera para que nadie pudiera evitarlo, y que los que ya sabían de la situación, elegían no correr el riesgo. Preguntó si Moisés había existido verdaderamente y le dijeron que no estaba comprobado. Preguntó si estaba confirmado que había pasado por el Monte Sinaí y le contestaron que probablemente los mandamientos los había escrito otra persona en vez de Dios, pero a lo mejor había sucedido en el mismo lugar. George dijo que entonces no tenía ningún motivo para ir y le respondieron que si se negaba someterían frente a sus ojos a sus seres queridos a las torturas más violentas jamás practicadas en el planeta. De lo contrario, si lo hacía, podía elegir quince personas para que recibieran cinco millones de dólares.
George Brown aceptó y desapareció del mundo. Aprendió todas las lenguas egipcias de la historia y arameo antiguo. Recién entonces le dieron la lista de mandamientos que debía llevar:
- Amarás al capital sobre todas las cosas.
- Mantendrás el déficit cero.
- Te endeudarás con el más rico.
- Honrarás a los ricos.
- Matarás si es por una buena causa.
- Someterás al más pobre.
- Tomarás del pobre lo que necesites.
- Limitarás los impuestos a su mínimo posible.
- Confiarás la vida al mercado.
- Fomentarás el individualismo.
George preguntó cómo haría para explicar el concepto de déficit, el de cero, el individualismo, a personas que no conocían todo eso. Le dijeron que él sabría cómo hacerlo, que se las ingeniara. Le dieron pilas y alimento y semillas en y lo llevaron Monte Sinaí. Le desearon suerte y prometieron que, si volvía, lo harían héroe de la humanidad.
Cuando George llegó al año 1320 a.C., tuvo que pasar ocho años sobreviviendo gracias a las semillas genéticamente modificadas como para poder adaptarse al suelo y al clima. Había pensado en abortar el plan, pero de cualquier manera no podía retomar su vida, y había algo de estar ahí que le hacía sentirse especial.
Una mañana, cuando George recortaba su barba con los dientes, escuchó pasos cerca de él. Apareció un muchacho que buscaba un lugar cómodo donde ir al baño, alejado de la gente que lo acompañaba. El muchacho dijo llamarse Moshé, y cuando preguntó a George su nombre, él contestó Yahvé, pero que también podía decirle Jehová. Convenció a Moshé de que era el verdadero dios, el mismo que se le había presentado anteriormente y le dio los mandamientos que consideró que serían los mejores para que el mundo del futuro no fuera muy distinto a su vuelta:
- Me amarás sobre todas las cosas.
- No tomarás mi nombre en vano.
- Santificarás las fiestas.
- Honrarás a tu padre y a tu madre.
- No matarás.
- No cometerás actos impuros.
- No robarás.
- No darás falsos testimonios ni mentirás.
- No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
- No codiciarás los bienes ajenos.
