133. Desocupación añorada

22 de abril de 2024 | Abril 2024

Cuando el gobierno asumió, casi por error propio y sin estructura que le permitiera realizar un análisis estructural de las capas inferiores de la sociedad, tomó la decisión de utilizar las encuestas a modo de termómetro social. El resultado de las mismas fue analizado por una inteligencia artificial, importada con un precio promocional por carecer de algunas funciones, que se podían obtener adquiriendo el modelo completo. La tarea fundamental de esa inteligencia artificial no era el mero análisis, sino también la creación de propuestas que pudieran dar la solución al problema que fuera el más mencionado.

La primera encuesta masiva que encargó el gobierno (y que también se había realizado en campaña) consistía en consultar cuál era el gran problema actual de los argentinos. Entre las opciones para respuesta se encontraban “tengo trabajo, pero no llego a fin de mes”, “el feminismo me arruinó la vida”, “no puedo salir de mi domicilio de noche debido a la inseguridad”, “el alto nivel de impuestos y la corrupción”, y “los políticos que voté no actúan como quisiera”.

El problema que tenía el sistema de inteligencia artificial, al cual desde el gobierno llamaron PresIAr, era que, con la versión incompleta, no podía analizar las respuestas enteras. Con lo cual, su interpretación de los resultados tomaba únicamente las primeras palabras de lo que habían contestado quienes fueron encuestados. El resultado, según PresIAr, fue el siguiente:

  1. Tengo trabajo.
  2. No puedo salir de mi domicilio.
  3. Los políticos.
  4. El alto nivel de impuestos.
  5. El feminismo.

Con esos resultados, PresIAr entendió que, con los nuevos tiempos que corren y los deseos principales de la humanidad del siglo XXI, resulta más interesante el ocio, el placer, el disfrute, y no tanto pasar la vida trabajando. “El trabajo dignifica”, frase que en su momento fue bien ponderada, ya estaba casi desacreditada entre los trabajadores que perdían tiempo y cuerpo en trabajos mal pagos. Además, PresIAr estaba configurada con el dato de que a la mayoría de la gente no le gusta su trabajo ni sus jefes.

La solución sugerida por PresIAr y luego impulsada por el gobierno, fue la de ingresar a un escenario de libertad casi absoluta donde los individuos pudieran decidir si trabajar o no, de acuerdo con su parecer. Para eso, lo mejor era frenar la rueda del capitalismo, basado en la producción y el consumo para favorecer a aquellos que no suelen trabajar.

La medida inicial consistió en retirar recursos de los trabajadores para frenar el consumo y, desde ahí, atacar al trabajo. Las empresas darían libertad a los trabajadores de quedarse en sus casas sin hacer nada, y no los volverían a convocar. Claro que tampoco tendrían la obligación del pago de salarios.

Al principio, la gente fue feliz. Podían ver crecer a sus hijos, ayudarlos con la tarea sin quedarse dormidos en el intento, ir a jugar, ver lo tranquilo que era el barrio los miércoles a las diez y media de la mañana, entre otras cosas. Pero duró poco; no se podía acceder a la libertad si el capitalismo seguía rigiendo el acceso a bienes y servicios. Al poco tiempo comenzaron las protestas: los libertos ahora querían trabajar, pero con la condición de ser bien pagos.

El gobierno, desconcertado, mandó a revisar el sistema de PresIAr, para comprender cómo podía haber fallado la encuesta, si ahora todos los países definían su política a partir de ese mecanismo. Fue recién ahí que se advirtió que la versión limitada de la inteligencia artificial funcionaba mal, y que el pueblo argentino había sido, una vez más, víctima de una estafa.

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